Introducción: Escribir con relación a alguien que ya no está, implica adentrarse con sinceridad en los pasillos del ayer, volver a recorrer los pasos ya andados, caminar despacio, en silencio y con respeto en aquellos espacios que se guardan en la memoria a manera de recuerdos, tratar de recopilarlos, quizás desordenadamente, ya que en la memoria el orden cronológico parecería ser relativo; tarea que se vuelve especial, cuando se la hace en memoria de un maestro, que sembró buenas semillas en la mente de sus alumnos.
a.- En la Facultad de Jurisprudencia: Joven aún, quizás por los 21 años de edad, en la Facultad de Jurisprudencia de la U. Católica de Quito – embellecida por el patio central que hacía de parque, el mismo que compartimos con los estudiantes de economía – facultad ubicada en aquel entonces en la Av. 12 de octubre y Carrión, un grupo de jóvenes privilegiados – lo escribo con humildad en razón de la calidad de las enseñanzas recibidas – tuvimos el honor de recibir clases de un gran maestro, grande tanto por su sencillez, cuanto por su conocimiento, me refiero al jurista doctor Ernesto Albán Gómez (+), catedrático que, con claridad nos enseñaba con profundidad, sabiduría y humanidad el derecho penal. Sin duda, fue una de las clases que más me gustaba asistir y estudiar; sin embargo, debo reconocer que no era solo por la materia en sí, sino también por la calidad humana del doctor Albán, el mismo que, nos explicaba con tranquilidad, con una sonrisa dibujada en su rostro iluminado de cálida mirada – propio de las almas nobles – quien nos motivaba inteligentemente a investigar, entender y darle sentido práctico a la normativa penal del país, muchas veces mediante el acertado método de la casuística. Recuerdo con agradecimiento y aprecio, como él, nos hizo ver, reflexionar y comprender la inconveniencia y riesgos de la pena de muerte.
b.- Una vida fructífera de aporte a la sociedad: Para aquel momento, el Dr. Albán ya había sido ministro de Educación en el gobierno de O. Hurtado, y si la memoria no me falla, decano de Derecho.
Posteriormente, siendo presidente el Dr. Albán de “Novedades Jurídicas”, la más prestigiosa revista jurídica de la época, tuve el honor de escribir varios artículos para la misma, momentos en el que pude constatar su respeto a la libertad de opinión y delicadeza en jamás sugerir un enfoque en particular.
El doctor Albán, junto con otros destacados magistrados, formó parte de una de las más respetables Cortes Supremas que ha tenido el Ecuador, cuya presencia avaló probidad, honestidad y justicia. Recibió un doctorado Honoris Causa por la Universidad Andina Simón Bolívar y fue miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua.
Pude conocer su valioso trabajo como autor de sus tomos Manual de Derecho Penal Ecuatoriano, de los cuales guardo con gratitud uno en particular, ya que tiene una dedicatoria personal. Su valiosa obra literaria, reflexiones y aportes al periodismo como subdirector de diario El Tiempo, articulista de opinión en diario Hoy, El Comercio, constituyeron un gran aporte intelectual.
c.- Agradecimiento y Solidaridad: Estoy muy agradecido por su amistad, enseñanzas y gran ejemplo de hombre de bien, es decir, por ser un gran ecuatoriano, de aquellos que tanto necesita el Ecuador, hoy y siempre, y que infortunadamente hay pocos.
Desde esta columna, mi solidaridad y sentido pesar a su distinguida familia, seres queridos y allegados.
Infinitas gracias, hasta siempre respetado y apreciado Maestro. La vida es efímera, pero el legado no…