Que estamos en un nuevo tiempo con limitaciones económicas, no cabe duda. Los gobernantes pretenden atribuir, en parte, la culpa a la baja del precio del petróleo y al dólar que se fortalece; y se adelantan a tornarse defensores de la dolarización, a la que no le vieron con agrado hace pocos años.
Sobre el exceso de gasto público, ya no se discute. Los del Gobierno dicen que no se trata de gasto, sino de inversión; y como primer argumento esgrimen las nuevas carreteras, los programas de centrales eléctricas, las ponderadas Escuelas del Milenio, aunque sean pocas; incluyendo la existencia de un Ministerio de la Felicidad.
Basta ver en la calle a las abnegadas personas que tratan de vender algo para adquirir dinero. La carencia de empleos es cada vez más notable; y podría tornarse mayor si se producen despidos en la administración pública; y si empresas y negocios se ven urgidas de prescindir de una parte de su personal.
No podemos desvalorizar el dólar, porque no es moneda nuestra. Pero con nuestros actos ¿hacemos posible que con esa moneda se pueda adquirir menos bienes y que los servicios cuesten más? Pensemos con realidad y respondamos sinceramente.
Para muchos, el dólar se maneja como el antiguo sucre. Que la entrada al deporte cuesta 40 dólares, el dinero está listo; que hay que viajar por lo menos dos veces a la playa, el dinero está allí.
Que hay que hacer “farra” semanal, está listo el dinero. En el extremo, por vanidad, si en una ceremonia hay que “botar la casa por la ventana”, lo hacemos, aunque adquiriendo deudas. Ha llegado la hora de aterrizar de esta época de buena vida a que todos tienen derecho si su economía les permite.
En materia de servicios, quienes cuentan con una destreza, imponen la tarifa a su antojo; y el que lo necesita, tiene que pagar.
El único ecuatoriano en peores condiciones, es aquel que percibe sueldo fijo, porque lo que adquiere le cuesta más.
Por ello, buscan dinero fácil utilizando a la justicia como medio. Se acude al juicio por “daño moral”, fundado en que le han provocado angustias y sufrimientos. Las cantidades que reclaman, a veces son millonarias. Si el paciente de hospital ha fallecido es culpa del médico, por mala práctica. Que le han injuriado, juicio penal solicitando cárcel para el acusado y una indemnización económica elevada.
El aterrizaje a la nueva época será un tanto penosa, pues ya no tendremos facilidad para repetidas holganzas, distracciones, viajes, farras y crédito fácil.
Producto casi natural es la informalidad en el pago de deudas sobre todo de honorarios por trabajo realizado, aunque sea efectivo: una parte del honorario no se paga.
La viveza criolla reina con más frecuencia: el tramposo, el de mala fe, en lugar de merecer reproche, recibe admiración por considerarlo mucho más inteligente y “pilas”.
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