Vivimos una crisis inédita: gasto público descontrolado y costos exagerados de producción. La dolarización nos blinda contra efectos inmediatos. Pero puede reventar con fuerza. Un ajuste es inminente. Hay que preparase.
En la crisis de 1998-99, el dólar trepó a las nubes, le siguieron los precios, se pulverizaron los sueldos, colapsó buena parte del sistema financiero, perdimos nuestros ahorros por tenerlos en bancos que quebraron, o porque el sucre perdió valor. Cortamos la espiral inflacionaria dolarizando. En 2 000 nos recuperamos de mano de las exportaciones.
Ahora, dolarizados, no hay esa salida, súbita aunque dolorosa. La estrategia será la de los países sin moneda propia. Caerá en alguno punto entre dos casos extremos: los países bálticos y Grecia. Veamos la respuesta de cada uno a la Gran Recesión que estalló en Septiembre de 2008.
Los bálticos optaron por la vía rápida, absorbiendo los costos en corto tiempo. Tuvo cuatro elementos:
-Ajuste de los sueldos a la baja, que vino acompañado de caída de precios: los bálticos como otros países excomunistas, no gustan de la intervención estatal en la economía, y ni tienen salario mínimo;
-Reducción del déficit fiscal, sobre todo mediante recorte del gasto público;
-Eliminación de trabas administrativas a las empresas, simplificación de la normativa tributaria, combate a la informalidad, apoyo a la exportación;
-Menos estricta normativa bancaria durante el ajuste, para facilitar el impacto del deterioro de la cartera y la menor liquidez.
Las economías bálticas se contrajeron en 2009, estabilizaron en 2010, y retomaron el crecimiento en 2011.
Grecia es el otro extremo. En octubre 2008, las autoridades reconocieron que venían mintiendo sobre la magnitud de su problema fiscal (¿suena familiar?). El Banco Central Europeo, del cual Grecia es parte, le ofreció créditos a cambio de un plan de ajuste. Grecia lo aplica a cuentagotas, y la economía siguió deteriorándose. Las autoridades redujeron drásticamente el monto autorizado para retiro en efectivo de los bancos, y los griegos tienen que comprar con tarjetas de crédito y débito. Luego de ocho años de contracción, en 2017 la economía creció 1,8%. La meta para 2018 es 2,6%. Pero siguen sobre endeudados, el programa de ajuste no se completa, los inversionistas no ven una luz al final del túnel, y los jóvenes griegos no creen en el futuro.
Nuestro problema no es aún tan grave como el griego pero la situación se deterioró en 2017, tercer año consecutivo sin ajuste. Los candidatos lo conocían: Lasso tenía un plan de ajuste. Moreno no lo tuvo pero está en el poder, y le toca ajustar.
Es su responsabilidad. Trace su propio camino, ni escabroso como el báltico ni parsimonioso como el griego.