En el “exaltado” y “levantisco” colegio en el que orgullosamente estudié, en el Instituto Nacional Mejía, en su interior, había espacios de silencio y estudio tal cual monasterio medieval. Uno de ellos era la famosa aula de física, cuyo aspecto era similar a aquellos viejos salones que se veía en las películas, tipo ágora, de universidades como Harvard. Ese era el “reino” del profesor Olalla, que años después sería rector de la Universidad Central.
Fue este respetado y “temido” profesor de física que nos hizo aprender a más de la materia, algo fundamental: “Para resolver bien un problema -decía- tienes que entenderlo. De lo contrario, por más esfuerzos que hagas, jamás lo podrás resolver. Invertirás tiempo y esfuerzo, pero tus “soluciones serán un fracaso”.
Me he acordado del ingeniero Olalla estos días al escuchar a tanto “experto” en seguridad y cárceles que, con las respectivas excepciones, no dan pie con bola sobre el gravísimo problema que tenemos frente.
Definitivamente, no entendemos el problema, a tal punto que un super experto en seguridad, ante semejante desbarajuste, planteó como solución la privatización de las cárceles, sin percatarse, que prácticamente, ya están en manos privadas, no de tal o cual corporación empresarial legal, sino de una u otra expresión del crimen organizado. El hecho objetivo es que el Estado no gobierna las cárceles y que su control genera la guerra a su interior. Pero que la conflagración no solo es por estos recintos, sino por la hegemonía total del “negocio” dentro y fuera de ellos.
El hecho, entonces, no es sólo la violencia de cárceles saturadas, sin financiamiento adecuado, sin enfoque de rehabilitación social o de una justicia con extrema visión penal. Es también que el estado ha sido retirado y debilitado, bajo visiones y decisiones cuasi neoliberales, que no pensaron en los efectos de recortes sin estudios ni sentido común.
Tras el macabro escenario de violencia carcelaria estaría la paulatina transformación del estado nacional o plurinacional, laico y soberano, en un narco estado, tal cual lo anunciaría al país hace algunos años el doctor Francisco Huerta Montalvo, a través de un informe que nadie le tomó en cuenta.
El Ecuador está en estado de guerra, pero los ciudadanos comunes y corrientes estamos sin protección ni dirección. Las elites políticas, económicas y sociales están por cualquier lado, defendiendo sus intereses corporativos, sin entender nada, como señalaba el profesor Olalla. Algunas, es probable, que sí entiendan, pero esconden la cabeza por miedo o por que ya fueron cooptadas.
No solo el país tiene gravísimos problemas económicos, sociales y políticos. La descomposición del Estado y de la sociedad a manos del crimen aparece como la mayor amenaza. Esperemos estar a tiempo para frenar el desastre. Hay que recuperar y fortalecer el Estado y la sociedad.