Enseñar historia

Ya sabemos pero hay que repetirlo: la buena educación es un instrumento poderoso para el cambio. La mala lo estanca o lo anula. La buena genera personas pensantes y creativas, la mala reproduce rebaños.

La historia y las ciencias sociales son dispositivos esenciales para tener una buena o mala educación. La historia tradicional, que relata de una manera lineal y descriptiva la vida e influencia de presidentes, generales u obispos y que era y es aprendida a través de la memorización de datos y fechas, no solo que es aburrida, sino que a más de presentar sesgadamente una parte de la realidad, legitima el poder. El memorismo anula el pensamiento fijando en la conciencia colectiva “verdades” unilaterales o versiones oficiales las más de las veces maniqueas.

La nueva historia o historia alternativa desentraña procesos y busca explicaciones a los hechos en múltiples causas. Observa los fenómenos estudiados desde todos los ángulos posibles: económicos, sociales, políticos, culturales, nacionales y mundiales. Utiliza diversas fuentes, las confronta y descarta las informaciones inconsistentes. Genera hipótesis, analiza e interpreta. Comprende la acción del individuo y visibiliza la de los actores colectivos. Cuestiona el poder y establece un diálogo con el presente. Se nutre de los avances y metodologías de las disciplinas sociales e incluso de la psicología, de la biología y de las ciencias “duras”. Impulsa la interdisciplinariedad.

La enseñanza de la nueva historia es un reto difícil y complejo para una reforma educativa que busca la calidad. Este ejercicio demanda de profesores que creen condiciones de aprendizaje para que sus estudiantes comprendan conceptos tan complejos como: proceso, estructura, tiempo histórico, contexto, periodización, cultura, actoría social, entre otros. Requiere enseñar rudimentos básicos para investigar, crear hipótesis y resolver problemas, lo que conduce a desarrollar destrezas cognitivas como el análisis, la síntesis y la abstracción básica. En tal sentido la enseñanza de la historia compite con la de las matemáticas para el desarrollo del pensamiento y razonamiento lógico y de las capacidades de inducir, deducir, describir e interpretar.

Pero el aprendizaje de la nueva historia también recrea los valores, la identidad individual y colectiva, las capacidades ciudadanas y democráticas, el sentido crítico y el compromiso social para entender y transformar el presente.

Enhorabuena que el Ministerio de Educación rectificó el error de borrar la Historia del currículo de bachillerato. En la nueva propuesta reaparece esta materia tan relevante. Sin embargo, hace falta conocer y debatir su enfoque y contenidos.

¿Tenemos una nueva histo-ria del Ecuador? Algo ¿Tenemos los profesores para enseñarla? Pocos. Esos son los nuevos retos. Bienvenidos.

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