La Consulta Popular originó el Consejo de Participación Ciudadana Transitorio, aquel que comanda el Dr. Julio César Trujillo. Este, a su vez, creó un temporal para que, en 70 días designe el órgano que atenderá las elecciones de marzo.
Con tanta mala experiencia, el de 70 días de vida exige que los miembros del que será “permanente” sean ante todo honestos, experimentados y a prueba de toda corrupción. Pero le falta exigir una condición adicional: que tengan buena memoria, a fin de que no se repita lo que estamos constatando respecto a la investigación del asesinato del señor General Jorge Gabela. Sobre el contenido de un peritaje del técnico argentino señor Meza, demostraron no solo mala memoria, sino pésima: recordaron muy poco del documento.
A la pregunta concreta respecto al texto de la tercera parte de aquel peritaje, en la que el señor Meza escribió los nombres y apellidos de los altísimos Ministros que lo recibieron, solo faltó que alguno dijera: ¿es que el General ha muerto? ¡No he sabido! Esta falla de la memoria prosiguió cuando pidieron aclaraciones; la respuesta fue: no recuerdo.
Antaño, para gozar de buena memoria recomendaban el consumo de sardina. En los tiempos actuales hay propaganda de una serie de productos para igual propósito. Su consumo debe ser probado por los candidatos con documentos.
De este modo, el resultado efectivo de las elecciones podría dejar de ser el anhelo de tantos ciudadanos: solo obtener el comprobante de haber sufragado, pues lo exigen en todas partes; y, para otros, motivo para anularlo o dejarlo en blanco.
Pronto escucharemos la canción de cuna de siempre: que la decisión del candidato es sacrificarse por los pobres, por los desheredados de la fortuna, por los desocupados; y sancionar “con todo el peso de la ley” a los corruptos de antaño, obligándolos a devolver la plata y toda esa cantaleta ya repetida.
No hay que generalizar. Por la falla de un abogado, no es justo extender el mal concepto a todos. Por la falla de un cirujano no cabe oprobiar a los demás. Igual: la conducta de algunos políticos de la época pasada, dotados con bolsillos gigantes para llenarlos con dinero de coimas y corrupción, no permite pensar que los que vienen procederán con igual conducta y, por ese desaliento, renegar de la democracia.
Las dictaduras son peores. Para prueba lo que acontece en las “hermanas” Venezuela y Nicaragua. En la primera, a pesar de la cooperación de cuatro genios de nuestra economía correista, lo más notable es haber sustituido el billete de cantidad elevada por otro menor, cual si quitando ceros vendría la solución. Con ese cambio no lloverá el maná bíblico.
¡A exigir a los candidatos buena memoria! Y a los burócratas, comer sardina, tres días a la semana.