El destino de los pueblos se juega a veces sin que ellos tengan total conciencia de lo que una decisión significa. Tal parece que ese es el caso de la salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit), resuelta en referéndum en 2016, en una votación tan crucial como inesperada.
El actual Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte es una unidad histórica que se formó a lo largo del tiempo en la isla que lleva el mismo nombre, mediante la unión temprana del reino de Inglaterra y el principado de Gales, a la cual se juntó Escocia en 1603 conservando su individualidad. Un siglo después, en 1707, se fusionó en un solo reino. Desde el siglo XII, Inglaterra sometió a Irlanda, que ocupa la otra gran isla británica. Al cabo de una larga y conflictiva relación, en el siglo XX, se independizó con el nombre de República de Irlanda, quedando como parte del Reino Unido la región norte.
Luego de varios intentos fallidos, el Reino Unido ingresó en la Comunidad Económica Europea (como se llamaba entonces) en 1973. Pero siempre hubo resistencia interna, sobre todo a que la Unión Europea, como luego se llamó, avanzara como comunidad política. Buena parte de los británicos solo querían ser parte del mercado común, pero no de una entidad con más compromisos de integración.
La permanencia del Reino Unido en la UE dividió a la opinión pública, sobre todo al gobernante Partido Conservador, a tal punto que el primer ministro Cameron convocó un referéndum, confiando en que la mayoría no aceptaría abandonar la Unión.
Pero la campaña del “sí” despertó un sentimiento xenófobo y racista en ciertos sectores, y profundos temores, especialmente en los votantes rurales y de mayor edad, sobre el “peligro” de la migración de personas extra UE, principalmente africanos y asiáticos, y sobre la pérdida de soberanía del Reino Unido, al tener que aceptar las decisiones de las autoridades europeas. Ganó el “sí” en Inglaterra, pero en Escocia, Irlanda del Norte, parte de Gales y Londres, la mayoría estuvo por quedarse en la UE.
Luego del referéndum, los británicos comienzan a darse cuenta de que dieron un paso al pasado, deben renunciar a muchas ventajas comerciales de la UE y pagar altas cantidades en su salida. Han empezado también a valorar lo que dejan. Sobre todo, saben que la salida de la UE no mejora su situación frente al terrorismo de grupos islámicos extremistas. El jefe de la seguridad ha indicado que ahora hay más peligro que nunca.
Hay un movimiento que pide un nuevo referéndum y mientras tanto una larga negociación con las autoridades de Europa para “quemar tiempo”. Hasta el momento, la situación no es clara. Las negociaciones se enredan y la gente sigue perpleja. Solo el futuro dirá cuál fue, al fin y al cabo, el resultado del “sí” al Brexit.