Un aniversario más del natalicio de Simón Bolívar, que se cumple cada 24 de julio, debe llevarnos al ejercicio crítico de lo que quiere hacerse de su figura y de su legado.
El bolivarianismo ha llegado a ser parte de la ideología de consumo de la sociedad. Hay ahora un Bolívar para cada uso y abuso, más allá de tradicionales fórmulas de respeto. Es evidente que toda la vaciedad que puede darse al contenido bolivariano, todo el rastacuerismo que puede gastarse en una fórmula de lo más mediocre, también se lo utiliza con el Libertador. Bolívar ya no es solo un motivo de discusión ideológica, sino también un elemento de consumo que sirve igual para poner el nombre a las calles de las ciudades, para coronar reinas de belleza o para dar mayor realce a determinados actos sociales.
Pero el bolivarianismo no es una tendencia aséptica. Es una forma de entender la política y es una manera de asimilar la máxima figura de la independencia para justificar proyectos muy concretos y específicos. Ahora mismo el Libertador es la punta de lanza de discursos del caudillismo redivivo.
Hay, sin embargo, dos elementos que deberían ser destacados en el pensamiento de Bolívar aquí y ahora. El primero, Bolívar como ningún otro hombre en el mundo, ni antes ni después de él, entendió el problema de la identidad latinoamericana. Bolívar antes de lanzarse a la lucha definitiva, a la “guerra a muerte”, entendió esto, y las cartas de Jamaica están llenas del profundo contenido de la unidad latinoamericana y su identidad.
Otro hecho básico y fundamental, que la propia escuela conservadora descubrió desde el principio, es que Bolívar temió que el crecimiento de Estados Unidos de América no era precisamente la condición para que el continente creciera con la “hermana mayor” y los menores alrededor; sino que para ese estado grande se consolidara en el norte, y se transformara con el tiempo en el polo de la explotación internacional mientras se dispersaba América Latina.
Bolívar no fue “pionero del anti-imperialismo”, un fenómeno posterior a sus días. Pero, en la forma en que él entiende la identidad latinoamericana y el peligro externo, hay semillas de una actitud que luego devendría en propiamente antiimperialista. Decir esto solo no es decir poco. Porque no hay ningún otro hombre de América en que pueda rescatarse semejantes dos características en su acción y su vida.
Hay mucha gente que afirma que Bolívar fue pionero de actitudes radicales independentistas en Cuba, de la fundación del socialismo en América Latina, o hasta quizá por esta vía podría decirse que Bolívar fue un pionero de los viajes espaciales. Pero creo que no hace falta esta re-canonización del Libertador para entender su verdadera dimensión. El Libertador no necesita “ayuda” para ser el mayor personaje de América.