El triunfador en el Giro de Italia, 2019 y el podio en la Vuelta a España, señor Richard Carapaz, merecidamente ingresa a una etapa de elogios, distinciones y aplausos, propensa para limitar y hasta perder la sencillez en que incurren muchos grandes valores humanos. Que no se les ocurra a sus admiradores presionarlo para que, en adelante, tenga como obligación inclusive patriótica, ocupar los puestos más elevados en todas las competencias del futuro.
Hoy el nombre y la figura del señor Carapaz aparecen en medios de comunicación de buena parte del mundo, elogiando incluso su caballerosidad: muchos periodistas destacaron que el primer lugar en España no alcanzó solo por falta de apoyo del equipo que lo acompañaba.
Como una nota de belleza en esta era de triunfos, se registra el de la riobambeña señorita Miryam Núñez, primera ecuatoriana campeona de la Vuelta Ciclística de Colombia, país ejemplar en este deporte.
Es evidente que deportistas de todas las disciplinas están honrando el nombre del Ecuador en el exterior, empezando con el campeón mundial señor Jefferson Pérez.
El fútbol ecuatoriano prospera: el dominio de pelota de sus jugadores y la precisión en los pases han mejorado muchísimo y comienzan a aparecer jóvenes goleadores de media y larga distancia, que podrían terciar en cualquier equipo del mundo.
Prolongado tiempo ha transcurrido desde cuando muchos futbolistas de nuestro país posiblemente creyeron que su etapa de éxito e ingresos económicos sería prolongada, pero se les terminó rápidamente víctimas, en parte, de los adulos y aplausos de los hinchas; asistiendo a fiestas, ingiriendo licor y cayendo en la trampa de amores por doquier. Su rendimiento deportivo era bajo, con excepciones. Tan escaso que el cronista deportivo de EL COMERCIO, Fernando Guevara Silva, reseñando un partido de fútbol de domingo, utilizó este título: “Ayer jugaron los malos con los peores”.
En contraste, un sector de la clase política, en lugar de ganar prestigio, lo pierde. Varios ex ocupantes de las más altas posiciones del Estado aparecen enredados en negociados y perjuicios no solo millonarios, sino fuera de toda medida. Pertenecieron a la Función Ejecutiva; ahora, a la misma Asamblea Nacional donde se descubrió a legisladores que impulsaron a personas de su confianza para emplearlos como asesores, a cambio de participar su sueldo. ¡Más bajo no se puede caer!
A la hora de afrontar las responsabilidades, el uso de la disculpa que son “perseguidos políticos”, ya no convence ante las evidencias. Las encuestas apenas dan a la Función Legislativa 2 o 3% de adhesión de la ciudadanía. Pero son “juzgadores” de la Ministra de Gobierno.
Si viviese el joven universitario Luis Alfonso Cazar y escuchase las infantiles excusas de “persecución”, exclamaría: ¡Favor, no hacerme reír… porque tengo el labio partido!