¿Otra pandemia? Nos estamos resignando al cruel espectáculo diario de muertos por la coronavirus y, paralelamente, aparecen descubrimientos, éstos, de la pandemia moral. Descubren adquisiciones de alimentos con el ya conocido sobreprecio; y verdaderos atracos nuevos de una banda a cuya cabeza actuaba un Asesor de Asambleísta.
¿Ya no era suficiente la costumbre de algunos legisladores de compartir el sueldo del Asesor? En esta costumbre apareció implicada nada menos que una legisladora que ocupó la Vicepresidencia de la República.
Y todo se resuelve con la nueva costumbre politiquera: que el implicado dé “un paso al costado” El domingo 12 de mayo, gracias al doctor Simón Espinosa nos enteramos de la visión que, sobre nuestra patria, tienen en un poderoso país extranjero. Tal revelación ocupa toda su columna y tiene el título “Así nos ven”. Infortunadamente, es casi una fotografía moral de nuestro Ecuador. En complemento, en la misma edición aparecen dos cartas lapidarias: una, del señor Cesar Burgos intitulada “Los miserables en el I.E.S.S” y la del señor Eduardo Letort, “Ecuador Q.D.E.P.”
Apenas se cambia de esa sección, con grande pesar nos enteramos, por un reportaje de la señorita Isabel Alarcón, que también estamos devastando el mar. Nos hemos convertido en exportadores de aletas de tiburón en dimensión alarmante. La cacería y muerte de estos quelonios que se encargan de la limpieza del mar y de la estabilidad de la fauna marina, ha sido tal que en el periodo comprendido desde el año 2010 al 2017, Ecuador ha exportado 1.084 toneladas de aletas. En la depredación, el primer lugar ocupa el Perú, con 1.749 toneladas; el segundo, México con 1.731.
También venden su carne, a quienes no conocemos, como que fuese de corvina.
En el año 2000 la cacería del tiburón estuvo prohibida. Pero en el gobierno (adivine de quién) se publicó un decreto permitiendo la pesca “Incidental”. Capturaron 217.000 tiburones. “incidentalmente”; y el 2019 emitieron 49 autorizaciones para exportar 118 toneladas de aletas provenientes de tiburones, según el reportaje. Las aletas cuestan mucho dinero y son apetecidas por habitantes del Lejano Oriente: se ha establecido que sirven para ostentación en los banquetes; como sucedió tiempo atrás con el apetecido caviar.
Ante el afán de enriquecimiento rápido y sin límite es indispensable doblar la vigilancia de la pesca en nuestra Reserva Marina, permitida solo a pescadores de la región, labor que cumple muy bien el Parque Nacional con sus propios medios; y con el concurso de la Marina. No vaya a suceder que “incidentalmente”, entren a saco los devastadores extranjeros, pues recientemente estaban apostados centenares de pesqueros más allá de la frontera de nuestra Reserva. ¡Y hasta les proporcionamos gasolina para su labor!