¿Los derechos humanos son también para los militares y los policías que actúan en situaciones de peligro para la sociedad? Parece que no. La sospecha surge a la vista de un resumen de los daños causados en los sucesos de octubre. Motivo: el Decreto 883, con nuevas medidas económicas. Resultados: 10 muertos; 1340 civiles heridos; 1152 detenidos; 49 ambulancias destruidas.-Pérdidas económicas: 2.000 millones de dólares (El Comercio). Entre esas tétricas cifras aparecen: Policías heridos: 435, dos perdieron el ojo a consecuencia de pedrada de los manifestantes; y centenares de militares secuestrados.
¿Los derechos humanos protegen a todos, pero no a militares y a policías encargados del orden público? La Constitución de Montecristi comienza proclamando que: “El Ecuador es un Estado Constitucional de derechos”, entre otros fines. Y los enumera desde el Art. 10 hasta el 82. Recién en el Art. 83, señala los “deberes y responsabilidades de los ecuatorianos”…. entre otros el número 5: “Respetar los derechos humanos y luchar por su cumplimiento”. En la operación política constatamos que –al momento de una dificultad por actuar contra ley y para evitar la prisión- invocan a voz en cuello los “derechos humanos”.
En los gimnasios de los boxeadores hay dos aparatos: uno ligero llamado “pera”; y, otro, grande conocido como saco de boxeo, para golpear fuerte al adversario. ¿Son estas las figuras que queremos aplicar a nuestros soldados y policías en el cumplimiento de su labor de control de violentos, destructores de la propiedad y hasta incendiarios?
Desde el escritorio es fácil concebir el llamado “uso progresivo de la fuerza”. ¿Dónde comienza y hasta qué punto puede avanzar? Es insistente la pregunta: ¿Los derechos humanos a la vida, a la integridad, a la seguridad y otros que cobijan inclusive a los delincuentes, son derechos para militares y policías en el cumplimiento de su deber?
Con toda razón, los dirigentes militares han urgido para que se indique dónde comienza el uso “progresivo” de la fuerza y en qué momento debe ser utilizado, en defensa propia, contra violentos y delincuentes que están en plena agresión.
Vemos cómo los ladrones asaltan, privan de la propiedad a los ciudadanos, ingresan a domicilios y locales comerciales y roban cuanto quieren; que hasta hace poco usaban mascara para evitar su identificación; pero desde un tiempo acá ya no se toman esa molestia. El ciudadano se deja privar de su teléfono o de sus bienes, pues teme que, en caso de resistencia, el asaltante pueda herirlo y hasta matarlo. Tanta audacia en nuestra indefensa sociedad, porque en caso de apresarlos más tiempo tardan en ingresar ante la justicia que en salir de su jurisdicción, en plena libertad.
Es hora de cambiar de actitud, en defensa de la ciudadanía.