Han transcurrido cerca de 500 años desde la muerte del autor del libro “El Príncipe” (22 de junio de 1527) que, en su tiempo, lo estimaron haber sido escrito por la mano del diablo. Su contenido en materia política tiene aspectos básicos similares a los que utilizan en los tiempos actuales. El lenguaje, en aquel tiempo lejano y en materia política, usaba para clasificar a la sociedad humana en dos grupos. Por un lado, los nobles, acaudalados, poderosos y privilegiados; en la otra parte -la más numerosa– calificada como el bajo pueblo. Se afirmaba que las ventajas de los nobles se debían al trabajo y explotación de los otros, del vulgo, que los alimenta y los enriquece. Los unos son los que mandan como autoridades; los otros, los que obedecen.
Hasta la actualidad, los conceptos políticos son parecidos así como el lenguaje de identificación de las clases sociales. Los ricos, por un lado; el pueblo explotado, por otro. Los discursos se llenan de aquellos adjetivos, cual si no hubiese cambiado nada en 500 años.
Para aquella lejana época, la explotación de los nobles se consideraba tánta que provocaba miseria económica en la plebe; entonces aparecían las fricciones que evolucionaban hasta el enfrentamiento, su expresión mayor.
En ese estado de las sociedades es cuando surge la figura del Príncipe que toma el poder.
Nicolás Maquiavelo era miembro de la burguesía italiana. No pudo acceder a elevadas posiciones burocráticas al amparo de los Medicis. En su afán de servicio no vaciló en sostener que los gobernantes deben tener en cuenta únicamente sus conveniencias sin distinguir entre el bien y el mal.
Cuando el Príncipe ocupa el poder debe adoptar dos actitudes: la inicial, rigurosa y hasta cruel, si es necesario. Maquiavelo decía que cabe aconsejar al Príncipe que cualquier extremo es válido, pues la situación es de una claridad meridiana: o sobrevive el Príncipe usurpador o sobrevive la república; la vida de la una es la muerte de la otra. En cuanto a los partidarios que propiciaron el triunfo del Príncipe, Maquiavelo aconseja respetar sus propiedades y el honor de su mujer y concederles unos pocos privilegios. En el extremo, si deben condenar a muerte, se respetarán sus bienes.
En los 500 años transcurridos, los perfiles del Príncipe en el ejercicio de la dictadura, se mantienen con la limitación impuesta por la civilización. Nicaragua y Venezuela han creado un intermedio: el populismo.
La escritura del libro El Príncipe se ubica en el fin de la Edad Media y el comienzo del Renacimiento y Humanismo, que determinaron cambios sustanciales en la vida de las sociedades, dando lugar -un poco más tarde- a la participación del pueblo, es decir a la democracia que, con errores y fallas, es mejor que cualquier populismo o dictadura franca, pues tiene con ella el tesoro de la libertad.