Al fin de la Segunda Guerra Mundial, la humanidad conoció con estupor que la dictadura nazi, a través de la persecución y el exterminio, especialmente de la “solución final”, o sea la matanza en masa, había asesinado a millones de personas, la mayoría de ellos judíos de toda Europa. Esto causó rechazo del mundo y la solidaridad con las víctimas, sin que argumentos que tratan del “explicar” el holocausto, o sostener que no existió, valgan para nada.
La experiencia debería dictar, sobre todo a las principales víctimas del holocausto, que nada justifica repetirlo, que no hay argumento posible que explique las matanzas en masa de civiles, de niños y ancianos inermes. Pero el Gobierno de Israel es ahora responsable de actos barbáricos que vuelven a avergonzar al mundo. El Primer Ministro israelí es el Himmler de turno. Y parece que no le preocupa. Sigue repitiendo un discurso cínico que justifica el genocidio como “autodefensa”.
La cuestión es larga y compleja. Pero se debe destacar dos hechos irrefutables. Primero, Palestina es un territorio en que han vivido miles de años los palestinos. Ahora, convertidos en habitantes de tercera categoría o extranjeros en su propia tierra, defienden su derecho frente a un acto violento de despojo de la fueron víctimas. Segundo, no es cierto que no haya otro camino que la represión. Hay acuerdos de paz que deben ser aplicados.
Claro que la situación es muy complicada y difícil. Es verdad que hay grupos islámicos extremistas que tratan de bloquear una posibilidad real de arreglo, pero también es cierto que grupos de judíos fanáticos religiosos, de igual talante que los nazis, que forman parte del Gobierno israelí, se niegan a cumplir los acuerdos de paz. Siguen formando “asentamientos” judíos en los reducidísimos territorios que hasta los gobiernos de Israel han reconocido como palestinos, y siguen impulsando el guerrerismo y el exterminio.
El resultado de la reciente agresión del Ejército israelí contra los palestinos habla por sí mismo. Los muertos palestinos ya llegan a mil y son en su inmensa mayoría civiles desarmados. Las bajas israelíes son una treintena de soldados. ¿Hay alguna justificación para esta barbarie? ¿O siquiera una explicación? Desde luego que no la hay. La matanza a mansalva en Gaza, una estrecha franja de lo que fue la Palestina de los palestinos, convertida en gran campo de concentración, se ha hecho a los ojos del mundo, sin que las provocaciones o agresiones de grupos islámicos fanáticos puedan convertirse en justificativos.
Que los neonazis que gobiernan Israel vean los monumentos que han levantado a la barbarie antisemita, que oigan su propio discurso sobre “crímenes contra la humanidad” y vean la mortandad que están causando. Hasta ellos se darán cuenta de que dirigen un nuevo holocausto.
Enrique Ayala Mora / eayala@elcomercio.org