El gobierno del Ecuador, a través del Ministerio de Relaciones Exteriores, debe aceptar la venida de una misión de la OEA para observar las elecciones, entre otras cosas, porque estamos seguros de que nada tiene el país que ocultar.
Esa misión, sin embargo, debe aceptarse con la certeza de que ni los delegados de la OEA son autoridades electorales, ni el secretario general de ese organismo, señor Almagro, es árbitro de nuestro sistema constitucional. Hay que decirlo clarito, porque una cosa es contar con personas que apoyen los procesos y otra aceptar que Almagro, que tiene tortuosos antecedentes en su acción respecto del Ecuador, sea juez de nuestra vida pública. Almagro, paladín de la denuncia de las irregularidades en Venezuela y de los abusos de su corrupto gobernante, ha tenido, en cambio, una actitud permanente de complicidad con el correísmo. Esto se conoce poco, pero hay pruebas muy claras de que es así.
Correa desmanteló el Tribunal Supremo Electoral integrado por una pluralidad de miembros de diversas tendencias, argumentando que era de la partidocracia, pero en vez de mejorarlo, formó un Consejo Electoral solo con miembros serviles de su clientela política. Montó delegaciones y juntas electorales formadas solo por gente incondicional. El Consejo no depuró el padrón electoral, mas bien lo manipuló para manejarlo fraudulentamente, con muertos, migrantes que ya no viven años en el país, duplicaciones de cédulas y otras irregularidades.
El Consejo Electoral correísta eliminó organizaciones políticas y desconoció decisiones de partidos de oposición que estorbaban al déspota, entregó la dirección de otros a esbirros del gobierno, archivó reclamos fundados sobre manejos económicos turbios. Y desechó tramposamente casi un millón de firmas que recogieron los yasunidos para una consulta popular, como lo demostró un informe independiente.
Ante esto, el señor Almagro se mantuvo ciego y sordo. Las misiones que mandó al Ecuador no tomaron en cuenta estas escandalosas irregularidades. Ni las mencionaron. Al contrario, declaró que nuestro sistema electoral era ejemplar. Hasta llevó de empleado suyo a un ex presidente correísta del CNE, que en forma sumisa había hecho lo que le ordenaron sus corruptos mentores.
Y, por si esto fuera poco, según dice Correa, Almagro mandó delegados de la OEA a Quito para que, a pretexto de investigar y garantizar derechos, acompañen a los correístas en sus oscuros manejos de adquisición de una organización política y un número electoral. Grosero acto de parcialización. Que mande nomás Almagro su misión electoral, pero debe saber que el Ecuador, como una declaración de los movimientos sociales lo dijo ya, no le tolerará que siga socapando de manera parcializada a sus compinches correístas.