Entre los criterios de éxito al tratar temas vedados y de fracaso en no llegar a una resolución en la VI Cumbre de las Américas, se pierde de vista una modalidad recurrente, en todos los cónclaves internacionales. La superposición de mecanismos y estructuras del régimen interamericano, la discontinuidad en los temas, y la permanente falta de voluntad política para el cumplimiento de lo acordado, sin importar que sea decisión, resolución, declaración o mandato.
No se excluye de este fenómeno ni siquiera la trascendental Cumbre de Quebec, con la que se llegó a la firma de la Carta Democrática Interamericana, porque como se ha podido comprobar, su acatamiento dista mucho de su cumplimiento.
El apremiante tema del narcotráfico, desde la Declaración de Principios de la Cumbre de 1994, fue planteado como una amenaza a la economía de los países, a los valores éticos, la salud y la seguridad publica. No obstante, la cumbre partió de la premisa del fracaso de la estrategia aplicada viéndose obligada, ante la falta de consenso para la despenalización, a optar por una salida honorable con un mandato a la OEA para que replantee una estrategia más efectiva.
La pregunta es entonces, ¿por qué las cumbres funcionan al margen, o en paralelo de la OEA, desestimando resoluciones de la Asamblea General, estrategias y planes de acción elaborados, no solamente a nivel hemisférico sino global?
La OEA a pesar de su participación con el Grupo de Revisión de la Implementación de las Cumbres, (GRIC) como órgano facilitador, desmerece su gran camino recorrido en los mismos temas que permitieron llegar a la Declaración de Seguridad de las Américas.
La Estrategia Hemisférica para combatir el narcotráfico con la participación y responsabilidad de la Comisión Interamericana para el control del abuso de la droga Cicad y su plan de acción 2011- 2015, al que se adhirieron los países, son solo reconocidos en los comunicados de la VI Cumbre, cuando debió haber sido el punto de partida para la discusión.
El fortalecimiento institucional, que incluye establecer políticas nacionales, un observatorio nacional en los países. Las medidas de control, entre las que se encuentran, inteligencia efectiva, combate a los delitos conexos del crimen transnacional, desmantelamiento de bandas criminales y la cooperación internacional son los principales acuerdos y medidas de la nueva estrategia hemisférica soslayada.
Por consiguiente el mandato de la Cumbre, para reprogramar una conferencia internacional sobre el narcotráfico en Lima para junio y sobre delincuencia organizada transnacional en México, solo revive la tragedia de Sísifo, resucita el dilema de la oferta demanda y redescubre por enésima vez que la droga es un problema de salud. Candidez que debe motivar hilaridad en las redes del crimen organizado transnacional.