Lo ocurrido con Facebook en las últimas semanas nos deja una gran lección: en la era de las redes sociales la información que se comparte en esos espacios se puede convertir en un ‘boomerang’ y causar daños casi irreversibles. Y todo esto ocurre con el consentimiento de los usuarios de esa y otras redes sociales.
La compañía estadounidense se halla en estos momentos en medio de un escándalo por supuestamente haber creado perfiles de 50 millones de usuarios de Facebook a través de una aplicación de predicción de la personalidad, con el fin de utilizarlos en la campaña de Donald Trump en 2016, según reportaron agencias de noticias.
Para montar todo eso, Facebook utilizó la información que los usuarios de esta red social -que son cerca de 2 000 millones, casi la tercera parte del planeta- la compartieron voluntariamente.
Es allí donde surge el gran debate de hoy en día: ¿cometió Facebook un ilícito al usar esa información? ¿el error es de los usuarios que exponen información personal con tal de ganar ‘likes? ¿cuál es el límite de lo privado y lo público en las redes sociales en las que nos movemos? ¿en qué manos está nuestra información?
Estamos en un momento de la historia en el que la ‘popularidad’ es un arma de doble filo.
Parecería que lo importante es el mundo virtual que nos ofrecen estos espacios, que tienen apenas una década de existencia, en promedio. Y para alcanzar esos 15 minutos de fama, como señalaba Andy Warhol hace más de 50 años, parecería que las redes sociales son el marco más adecuado.
El tema es sumamente delicado y de eso se viene hablando en los últimos 10 años. La información es una materia prima invaluable y eso lo podemos confirmar día a día con rumores y desmentidos, que pelean espacio con hechos confirmados.
En este punto, cada uno de nosotros tiene el poder; está en nuestras manos decidir el nivel de exposición y la cantidad de información que la hacemos pública.