Apenas comenzaba el año y la escritora y comediante estadounidense Sarah Cooper lanzaba, vía Twitter, una recomendación que parecía solo una ironía, pero que resulta que es perfectamente viable: “Los Mejores Lugares para vivir en el 2017, #1: Tu imaginación”. Dadas las condiciones atmosférico-políticas del Ecuador, decidí poner en práctica el consejo de Cooper. Y no me está yendo mal.
En mi imaginación, hoy no hay una marcha partidista y confrontadora (iban a ser dos; o sea que iba a ser peor), sino una marcha de verdad política, que nos une a todos con un objetivo: asegurar que las mujeres tengamos una vida mejor. O sea que en mi imaginación, por ejemplo, no hay mujeres enjuiciadas por haber abortado; ganamos igual que nuestros pares varones; no nos matan, por decenas cada año (59 femicidios en el 2015, según datos oficiales), y la Fiscalía resuelve oportunamente y logra que se sancione cada caso.
En mi imaginación, no juzgo ni soy juzgada por mis opciones electorales; y todos mis afectos y relaciones permanecen intactos.
En mi imaginación, Facebook no existe o existe solo para ver fotos de comida, gatos, viajes y niños; es decir, no está inundado de posts sobre campañas sucias, opiniones estridentes, sarcasmos innecesarios o necedad politiquera… (Y para que se materialice aunque sea una cosa de todas las que anhelo con vehemencia, cerré mi Facebook temporalmente. Quizá hasta mayo; quizá para toda la vida. No saben la paz mental y la productividad que me ha traído esta decisión).
En mi imaginación, tengo la capacidad de ver toda la foto; y ni la tristeza ni la frustración me nublan el paisaje. Ahí, puedo comprender qué nos trajo hasta acá como país, cómo pasó (tengo cada caso registrado, como si yo fuera Funes el Memorioso, pero con la capacidad de hilar los hechos entre sí y no solo recordarlos de memoria y en detalle, como el inolvidable personaje de Borges); y lo mejor es que además se me ocurren algunas ideas realistas sobre cómo salir de este pantano y revertir el estado de punto muerto (gritándonos y despreciándonos los unos a los otros) en el que nos encontramos.
En mi imaginación, vivo en un huso horario que marca tres horas menos y le puedo decir a J: “por favor, pásame la sal” o “ráscame la espalda, please”. Este es uno de los lugares de mi imaginación que más me gusta, que más visito y que más me importa últimamente. Ya ven, mis queridos, no solo de política vive la mujer (ni el hombre).
Quisiera disculparme por esta actitud escapista (que no es quemeimportismo, sino un salvavidas) pero no lo voy a hacer. Más bien discúlpense ustedes conmigo, con los demás y con ustedes mismos porque, de verdad, están insufribles. Se los digo por su bien; es que si siguen así ni siquiera en su imaginación alguien va a querer dirigirles la palabra.