El pulso político late con fuerza. La tesis del diálogo por la justicia social y la equidad parece superada, en la agenda oficial, por afrontar otras tormentas.
Las visitas de la Comisión legislativa que tiene a su cargo las enmiendas, y que ha caminado el país para mostrar una imagen de apertura, no parece tener afán de recoger algunos de los puntos críticos y atenuar los contenidos de una reforma constitucional.
El mejor camino para dar legitimidad a una enmienda que modifique la Constitución, en el tema que parece central en la discusión política, aunque el Presidente lo minimice, que es la reelección indefinida, sería, a no dudarlo, la apertura para una consulta popular.
Quién mejor que el ciudadano para dilucidar el asunto. Ese mismo ciudadano al que se le consultó complejidades jurídicas hasta temas triviales, ahora debe tener derecho a decidir sobre este aspecto.
Antes se le consultaba todo y ahora se le niega ese derecho. Qué importa si es Guillermo Lasso el líder político que busca la consulta, él tiene tanto derecho a hacerlo como derecho a participar en política, ser candidato presidencial, ganar o perder.
Si el Gobierno quiere cambiar la Constitución que escribió en letras de piedra para 300 años y contradecir sus propios principios sobre la reelección indefinida, que lo haga por consulta popular. Si el pueblo le apoya y se muestra seguro el Presidente de su liderazgo férreo, que se la juegue en una consulta. Si tiene apoyo la ganará y no habrá objeción, entonces, a su cuarta candidatura consecutiva.
Pero todas las acciones de los días pasados no son síntomas de nerviosismo. La resolución de la Asamblea Nacional, el intento de satanizar la protesta popular y la posterior y pintoresca ‘prohibición’ a los legisladores de divulgar información que no contenga las rígidas y absurdas premisas impuestas en la esperpéntica Ley de Comunicación raya en la búsqueda de una democracia de membrete, de caricatura.
A eso se suma toda una reunión en Carondelet con el bloque legislativo de Alianza País para trazar una estrategia. Parecería que el Ejecutivo ya no confía en la fidelidad de sus propios legisladores, pese a las muestras de apoyo, y en algunos casos, hasta de sumisión. Una especie de concierto previo o de reconvención e instrucciones precisas es otra inobjetable muestra de vulnerabilidad y de nerviosismo.
Todo este panorama se junta con el anuncio de movilizaciones de la Confederación de Nacionalidades Indígenas que saldrán el 2 de agosto desde el Oriente y tienen como propósito llegar a Quito sumando manifestantes por los caminos de la Sierra.
Un paro del Frente Unitario de los Trabajadores se suma a esta nueva muestra de descontento y los políticos de la oposición expresan solidaridad con las marchas y se suman, de modo simbólico ,a los sectores sociales que llegarán el día 13 de agosto a la capital. El Gobierno anuncia rodear la Plaza Grande con guerreros Arutam que vendrán desde la selva. Otra muestra de nerviosismo.