Argentina sigue sin cerrar herida del terrorismo

Daniel Balaban

Veintitrés años después, la herida del peor atentado terrorista de la historia argentina está lejos de sanar. Este 18 de julio se recordó un nuevo aniversario del brutal ataque con un coche bomba que, en 1994, convirtió en escombros el edificio de la mutual judía de Buenos Aires y dejó 85 muertos.

A la jornada de aniversario se llegó sin condenados, pero con conflictos y división entre los familiares de las víctimas, mientras está cerca de la sentencia un juicio oral, no contra quienes planearon o cometieron el atentado, sino contra los que habrían obstaculizado su investigación judicial.

“Desde hace 23 años la impunidad se nos ríe en la cara”, dijo este martes 18 con la voz quebrada Jennifer Dubin, una mujer de 31 años, madre de dos hijos, quien tenía 8 cuando perdió en el atentado a su padre, Norberto, quien tenía la misma edad que la actual de ella. “Han pasado muchos gobiernos y todos hicieron promesas, pero a ninguno le importó el atentado a la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina)”, clamó desde el escenario montado frente al imponente bloque de cemento con líneas rectas, protegido por un muro, que es el nuevo edificio de la asociación.

En el mismo lugar donde durante 55 años estuvo la sede anterior de la AMIA, en la calle Pasteur, se inauguró en 1999 la nueva edificación.

Dubin participó en el acto recordatorio central, organizado bajo el lema “23 años de impunidad en la historia de todos”, por la AMIA, por una de las organizaciones de familiares de las víctimas y por la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), representación política de la colectividad judía de este país, con una rica historia y la más numerosa de América Latina.

Desde fines del Siglo XIX, Argentina recibió masivamente inmigrantes judíos que huían del antisemitismo de la Rusia zarista y por eso muchos de ellos y sus descendientes han sido conocidos cariñosamente como “rusos”, aún hasta el día de hoy.

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