Al poder político le surgió, en los últimos tiempos, un enemigo difícil de combatir: la red, a través de la cual circula velozmente la información, y en la cual la gente puede hacer contactos y colocar libremente opiniones, textos, vídeos, etc. La red hizo posible la caída del dictador egipcio Mubarak, y ha puesto en aprietos a Gaddafi y otros miembros del club de déspotas que gobiernan buena parte del mundo.
La red es difícil de combatir, es casi incontrolable a pesar de los esfuerzos que hacen los dictadores y sus cortesanos para limitar y penalizar el uso de Internet, convertido, en algunos casos, en eficiente afirmación de libertad, cuyo mejor ejemplo es el de Yoani Sánchez, la joven cubana que, contra viento y marea, combate desde su sitio web a la decrépita “revolución” castrista, que, junto a otros curiosos ejemplares de la chifladura dogmática, se han transformado en auténticos casos de “arqueología política”, anclados en ideologías, métodos y discursos de hace cincuenta años, cuando todavía no existían medios, como twitter o facebook que hacen posible que las noticias y las opiniones circulen, y que el poder y sus abusos queden en evidencia. La diferencia con el viejo mundo de las dictaduras es que ahora se sabe casi todo, y rápido, y que, además, se puede colgar una fotografía que dice más que cien manifiestos.
La libertad de opinión, la capacidad de acceder a diferentes fuentes y contrastarlas, y la posibilidad de dudar, de discrepar, son el dolor de cabeza del poder político, porque su consolidación y permanencia y, especialmente su imagen, tienen que ver con el secreto’y con el discurso y la propaganda, que son la versión interesada de los hechos, cuando no la perpetua oración de alabanza al caudillo.
Cuando la información y la opinión se limitaban a los tradicionales medios escritos, y aún cuando nos llegaban solamente por la televisión y la radio, los controles políticos eran más eficaces. El poder puede amordazarlos, quitarles el papel o las frecuencias, clausurarlos o desprestigiarlos. Pero es más difícil, aunque no imposible, el control de la red, porque ya sea en la computadora o en el teléfono, pese a todo lo que se haga en contra de la libertad, seguirán existiendo ventanas por las que se pueda ver la realidad desde una perspectiva distinta de la que convenga a los gobiernos, y se podrá insertar un video, un texto o una foto que sean flecha certera impulsada por la verdad.
Importante enemigo le surgió al control al que siempre aspiró el poder, porque ahora cada ciudadano accede a fuentes que compiten con la oficial, e incluso con las demás privadas. Eso es extraordinario para una sociedad que aspire a vivir en libertad. Claro que todo eso le mortifica al poder, porque afecta al monopolio de su verdad, y a la seguridad de los secretos, que son sus referentes necesarios.