La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA debió vivir la reunión de la Asamblea General de dicho organismo con la sensación que tendrían los pavos en Navidad: sabiendo que esos señores que se sientan alrededor de sus mesas quieren servirla, cortarla y –al menos parcialmente– engullirla. Y no solo a ella directamente (quitándole, por ejemplo, el poder de pedir medidas cautelares a los Estados miembros), sino también a sus relatorías adjuntas, incluyendo muy particularmente a la Relatoría para la Libertad de Expresión (RLE). La idea es que no pueda publicar sin previo permiso de los Estados involucrados los informes que actualmente da a conocer cada año sobre abusos contra la libertad de expresión, además de limitar sus fondos.
Existe ya un informe elaborado por el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza. Y existe también un número récord de países apoyando estos recortes.
Muchos compatriotas, acostumbrados a leer sobre cómo la CIDH es “un instrumento de la izquierda internacional”, podrían pensar que lo que está sucediendo es que finalmente los Estados se han hartado de decisiones ideologizadas que atropellan la justicia. Por ello, a más de uno seguramente le sorprenderá saber que quienes están llevando la voz cantante en la embestida contra la CIDH son Venezuela, Ecuador y Bolivia. El Embajador de Venezuela en la OEA ha dicho que la CIDH “es un instrumento del imperio” y el mismo Hugo Chávez ha calificado al secretario ejecutivo de esta última como “excremento puro”. El Presidente de Ecuador ha hecho saber que la CIDH (que recientemente dictó una medida cautelar para que el diario “El Universo” no tenga que pagar a Correa USD 40 millones como indemnización por haberle supuestamente difamado) es “uno de los últimos vestigios del neoliberalismo de la región”. Y Evo Morales ha declarado que la CIDH ve violaciones “únicamente en países que no comparten las políticas del Gobierno de EE.UU.”
Hay más Estados que los bolivarianos interesados en ponerle riendas a la comisión: el punto de quiebre para que la amenaza se haya vuelto tan real parece haber surgido de la molestia de Brasil por una medida cautelar que le ordena detener la construcción de una represa. Luego, Colombia, molesta por ser incluida, junto a países como Venezuela y Cuba, como un importante violador de derechos humanos en el informe anual de la CIDH. Y está también nuestro propio país, a raíz del caso Chavín de Huántar.
Creemos que el que sea considerada como “izquierdista” en los países donde los autoritarismos han sido de derecha, y como “neoliberal” por los déspotas bolivarianos, habla muy bien de ella. Demuestra que, en todo caso, la CIDH está más en contra de los autoritarismos que de la izquierda o de la derecha.