Sebastián Borja Silva
Columnista invitado
Tener una idea y ponerla en práctica para empezar una nueva actividad empresarial es bueno. Aun cuando este ejercicio no está exento de riesgos y complicaciones que desde luego hay que superarlos, constituye un significativo aporte a la sociedad y a la creación de riqueza.
Arriesgar el capital y el esfuerzo personales crea un círculo virtuoso que apunta a la generación de empleo, al pago de impuestos, al fomento de mayor competencia, a la necesidad de innovar, aspectos que, junto a otros, son la esencia misma del emprendimiento.
Pequeños emprendimientos han llegado a ser grandes corporaciones a nivel nacional y mundial, dignos de admirar y de emular. El emprendimiento es necesario y hay que verlo como la fuente del crecimiento y desarrollo social y económico de un país, puesto que debe estar acompañado de mucha innovación, creatividad, de un entorno de garantías, de seguridad y confianza.
Un estudio del Banco Mundial del año pasado sobre el emprendimiento en América Latina, demuestra que en esta región se encuentra el “mayor número de empresarios per cápita en comparación con otros países”. Sin embargo, según la misma fuente, la mayor debilidad de los empresarios latinoamericanos está en su limitada capacidad de innovación, si se la compara con la que existe en otras regiones del planeta.
La Federación Nacional de Cámaras de Industrias del Ecuador, conjuntamente con la Organización Internacional del Trabajo, ha hecho una evaluación sobre el emprendimiento en el Ecuador. En este documento se menciona que, según el Monitor Global de Emprendimiento, el ecuatoriano tiene el menor porcentaje de intención de emprendimiento de los países miembros de la Comunidad Andina de Naciones. En contraste, el estudio indica que el ecuatoriano es quien menos miedo tiene al fracaso en su aventura de emprender.
Otro dato de interés es que en el Ecuador el 63% de los emprendimientos es motivado por una oportunidad de mercado, y solo el 36% emprende por necesidad, es decir por razones distintas, como son, por ejemplo, la urgencia de completar el presupuesto familiar o de suplir la limitada oferta de trabajos fijos y estables.
El Gobierno Nacional debe diseñar una política permanente de fomento al emprendimiento. La generación de nuevas empresas es una alternativa para alcanzar la inclusión laboral de gente joven y creativa que existe en nuestro país, en especial ahora que el Ecuador atraviesa por una difícil coyuntura económica. Para lograrlo, es preciso que exista un ambiente de paz social y de mensajes claros de los poderes públicos de apoyo a la empresa en general, particularmente a la empresa familiar y su rol fundamental en el desarrollo del país.
Un apoyo franco y decidido, sería un buen ejemplo de una verdadera y productiva alianza público-privada, tantas veces mencionada en los presentes momentos. Ojalá así ocurra.