Posiblemente ni el desconcierto que habrán sembrado dentro de las filas del ‘oficialismo’ las últimas encuestas anteriores a las elecciones seccionales del domingo, basten para explicar las más extrañas declaraciones formuladas durante la intensa campaña cívica. Ellas correspondieron al personero del Consejo Nacional Electoral, Domingo Paredes y se las manifestó al responder las preguntas de EL COMERCIO, cuando el funcionario dijo que sentía “desazón” a propósito de la tajante intervención del economista Correa en apoyo de los candidatos de Alianza País, no obstante el pedido de que se abstuviera de ofrecer la consabida ‘homilía’ de los sábados, puesto que estaba vigente el llamado ‘silencio electoral’.
Paredes confesó entonces la virtual impotencia de lograr el cumplimiento de la ley, a pesar de la batalla de los ‘exhortos’ que se había desatado sin efecto práctico alguno respecto del Mandatario. Por cierto y al mismo tiempo, son muchos los que descubren una explicación suficiente de los resultados de los comicios, porque hacen notar que es imposible una concentración tan plena de los poderes -además es inconstitucional, por cualquier lado a través del que se la mire-, sin que se afecten con gravedad toda la estructura y la práctica del régimen ‘correísta’; a pesar del conocimiento y la capacidad de trabajo que no deben ignorarse como características del Presidente de la República.
Otros elementos que deben considerarse son el recurso frecuente del partido de Gobierno a las maniobras y la politiquería, propias de la vituperada ‘partidocracia’; y también la permanencia de los espectaculares precios internacionales del petróleo crudo, convertidos en el salvavidas universal respecto de múltiples iniciativas y productos. De esta suerte, durante el largo período correísta se han podido ejecutar diversas obras y adquisiciones, entre las cuales han existido varias atinadas y otras que lo han sido menos y más bien han caído bajo la categoría del dispendio o el despilfarro.
Como dato adicional tampoco puede olvidarse el descontrol del Mandatario cuando en arranque emocional propició la nulidad del voto y calificó a sus rivales no como “adversarios”, lo que hubiera sido apropiado, sino como “enemigos, lo que estuvo fuera de lugar.
Todo lo cual lleva hasta la inevitable pregunta sobre el futuro inmediato y de mediano plazo de la administración del economista Correa.
La misma pregunta puede plantearse inquiriendo si ha llegado o no el momento del ocaso, mirando hacia los rivales de Alianza País y además hacia sus posibilidades de constituir alternativas válidas respecto de una ciudadanía como la ecuatoriana, siempre esperanzada y con lamentable frecuencia, defraudada.