En la política no existe una palabra más seductora que revolución. Ejemplos: democrática, libertaria, del pueblo, ciudadana, nacionalista, ‘revolución revolucionaria’. La historia está repleta de revoluciones, la finalidad más común es perpetuarse en el poder mediante un caudillo que se aferra hasta el último suspiro de su vida o hasta que pueda transmitir sus poderes supremos a una persona de confianza o un familiar.
Muchas veces una revolución ve precipitado su fin porque otro movimiento, también revolucionario, decide proclamar una nueva revolución. La mayoría de las revoluciones necesitan un sistema de gobierno en el cual la voluntad la ejerce una sola persona y su suprema ley, es decir, una autocracia. Esa sólida autoridad convierte al gobernante en Su Excelencia, Rey de Reyes, Su Más Sublime Majestad, Muy Altísimo Señor, Bienhechor, Honorable Señor, etc. O simplemente emperador.
Algo así es ‘El emperador’, la novela histórica que escribió Ryszard Kapuscinski poco después de acudir como corresponsal extranjero a una cumbre africana en Addis Abeba, capital de Etiopía, gobernada entre 1931 y 1974 por Haile Selassie, más conocido como el emperador de uno de los países más pobres y desiguales del mundo. Como no podía ser una excepción, ya decrépito, Selassie fue derrocado por un Consejo Revolucionario, sin embargo, apoyó a quienes lo destituyeron porque “cómo dejar de reconocer todo lo que surge de un movimiento revolucionario”. La lealtad con el proceso era fundamental, de hecho al emperador no le importaba tanto que las cuentas bancarias de sus colaboradores se hincharan. Por motivos de corrupción nunca apretaba las tuercas, pero la infidelidad se pagaba con la cárcel, con el exilio, el ostracismo o simplemente quitándole todo los bienes adquiridos. Incluso existía un Ministerio de los Privilegios para cuidar que nada falte a los fieles funcionarios del emperador.
Los diarios eran sumisos al emperador, ocultaban que muchos niños morían de hambre, que la cooperación internacional se desviaba para otros fines. Con 30 millones de habitantes en la época, apenas circulaban 25 000 ejemplares. El emperador opinaba que la prensa más adicta a su régimen tampoco debía aparecer en abundancia porque tal exceso, con el tiempo, podía crear el hábito de leer y de ahí no hay más que un paso al hábito de pensar. Kapuscinski no llegó a establecer el monto acumulado y depositado en bancos europeos por Selassie (fueron cientos de millones o cuatro mil millones de dólares). En la actualidad Etiopía ocupa el puesto 169 de 177 países en el Índice de Desarrollo Humano, el 81% de la población sobrevive con menos de USD 2 al día, es el peor país con acceso al agua potable, de 1 000 niños nacidos mueren 104 por desnutrición y casi un millón de infantes están contagiados de VIH.