Realmente no se trata de una casualidad, pero lo cierto es que a la presente altura de los tiempos, los buenos muchachos que se dedican a las matemáticas, las estadísticas y las encuestas descubren que se han producido no menos de dos ‘empates técnicos’ dentro de las intenciones de voto en los procesos electorales que con más apasionamiento y expectativa se cumplen en países latinoamericanos.
Antes de nada hay que decir cómo aquello de ‘empate técnico’ responde al caso de candidatos que muestran tan angostas distancias en el favor de los ciudadanos respectivos, que son menores a los márgenes de error que admiten los ejecutores de sondeos generales. Dicho de manera más cruda: que la contienda cívica es tan reñida, que nadie puede tener certeza de los resultados finales de los comicios.
Un empate de esta clase alude a Colombia; el otro surge del enorme Brasil, el único país con vocación de potencia mundial en la región correspondiente.
Y curiosamente no ha ocurrido así durante todo el camino previo a las elecciones. Más bien son las preferencias de la ciudadanía las que han cambiado a efectos de diversos acontecimientos recientes. Y todavía más resulta indispensable notar que los presidentes en actual ejercicio, Uribe de Colombia y Lula de Brasil, obtendrían la victoria sin mucho esfuerzo, pero por razones legales, no pueden ellos postularse para nuevos períodos, lo cual deja la duda si los candidatos ‘oficialistas’ fueron los más acertados o no, para encarnar las tendencias correspondientes.
Por cierto, las elecciones colombianas están mucho más próximas y entonces los votos responderán a tal interrogante, mientras que Brasil deberá esperar hasta la fase terminal del 2010. Impedido ya Uribe de buscar la reelección, su ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, empezó con una sólida ventaja, pero luego se ha reducido la distancia hacia el ex alcalde de Bogotá, el pintoresco Antanas Mockus. A su vez, José Serra, gobernador del enorme estado de Sao Paulo, se perfilaba como favorito, hasta que el partido de Lula candidatizó a la ministra de la Presidencia, Dilma Rouseff, quien ha ido ganando terreno en las encuestas.
De esta suerte, el suspenso y la expectativa crecen día tras día. Pero, por supuesto, la crucial pregunta se levanta sobre la orientación que darían a sus respectivos gobiernos si perdieran los favoritos del primer momento.
Quizás característicamente, si Mockus encabezare el futuro régimen colombiano, ¿cómo enfrentaría los problemas de violencia, la guerrilla de las FARC y el desenvolvimiento del narcotráfico? De modo paralelo, y admitido que el antiguo obrero metalúrgico, Luis Ignacio Lula da Silva, ha mostrado un sentido práctico casi infalible para el acierto, ¿seguirá Brasil su carrera hacia potencia del primer nivel o cuáles obstáculos formidables podría encontrar en el medio de su trayectoria?