“La emoción está superando a la razón y los políticos que tienen éxito son los que apelan a las emociones” (Alan Rusbridger). Pero esto deviene en populismo que disminuye la autoridad para hacer lo razonable y lleva al descontrol de la situación cuando se gobierna en cámara lenta, sin prioridades efectivas y modificando el gabinete 39 veces en 27 meses.
La razón ordena saber lo que sienten los gobernados. ¿Qué sienten los 261.767 ecuatorianos que perdieron su empleo decente desde marzo/18 a marzo/19? ¿Qué sienten los jóvenes desempleados que constituyen el 68% de los sin trabajo en el rango de 15 a 35 años de edad? A ellos ni les va ni les viene el FMI sino cuándo podrán recuperar su empleo o aplicar lo que han aprendido en las universidades, sea en el sector privado, que es responsable del 92% del empleo, o en el público que paga más y cumplidamente. Si el desempleo es intocado podría tener repercusiones electorales en el año 2021, tal como está ocurriendo en Argentina, aclarando que su crisis no es comparable porque el Ecuador está dolarizado.
¿Qué sienten los 134.680 niños desnutridos, que en el año pasado se comprobó que sufren de afectación en su desarrollo físico e intelectual? No se trata solo de pobreza de sus familiares sino que el Estado por su indiferencia no les ha enseñado a comer bien con lo poco que tienen.
Ya se sabe qué sienten los banqueros cuando, sin tener competencia extranjera, presionan para aumentar sus utilidades y pugnan por la libertad para sus negocios olvidando que por eso cayó la economía ecuatoriana hace 20 años. Y se advierte qué sentirían los camaroneros y atuneros si el gobierno, para nutrir a los niños sin futuro, se anima a controlar la situación y disminuye el subsidio al diesel que significa muy poco en el coste final, cuyas exportaciones competitivas sumaron USD 6 500 millones.
Frente a esta situación hay un camino: exportar nuevos productos porque el mercado nacional es muy pequeño y está saturado, para lo cual el gobierno debe apoyar con toda su fuerza y no regalar impuestos a inversiones vegetativas que no generan exportaciones. No vemos ni al gobierno ni al sector privado trabajar intensamente en este sentido.
De otro lado, la fuerza laboral de la Sierra ha sentido una baja del 5%, pero afortunadamente ha aumentado en la Costa en igual magnitud por los record de exportación de banano y productos del mar, dicotomía regional que tendrá efectos sociales en la migración de trabajadores de la Sierra a la Costa y en el balance regional del poder político y económico del país.
Por lo que antecede, la opinión pública no debe esconder el debate sobre la atención al aumento del número de pobres y el 29% de niños desnutridos. Estos hechos afectan a la vida de la mitad de la población ecuatoriana, la que no cobra sus sueldos cada mes e inventa cada día sus estrategias de sobrevivencia en el mercado informal. No son meros comentarios.
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