Los Estados Unidos son aún la primera potencia del mundo, a pesar de las modificaciones geopolíticas universales. China adquiere creciente influencia económica y política. Lo mismo ocurre con Japón, Corea, Indonesia, Filipinas, India y todo el sudeste asiático. Australia y Nueva Zelanda amplían su significación. Europa, a pesar de sus graves problemas coyunturales, mantiene su importancia mundial.
Putín juega un buen ajedrez para reconstruir el imperio ruso. África apenas avanza en el camino del desarrollo, sin saber utilizar sus enormes riquezas. Finalmente, América Latina ha sido afectada por el populismo y la corrupción. Sus intentos de integración regional se han adormecido por razones ideológicas.
Estados Unidos sigue siendo –repito- la primera potencia mundial, lo que sería razón suficiente para que el Ecuador procure cultivar con Washington, las mejores relaciones. Es nuestro principal cliente comercial, gracias al trabajo de los empresarios privados que han abierto y consolidado ese mercado. La ceguera política de los últimos diez años impidió que negociáramos un acuerdo comercial con Washington que respondiera a la mejor defensa de nuestros intereses.
Cabe preguntar entonces qué indujo al gobierno ecuatoriano a proponer el nombre del señor Alexis Mera, como Embajador en Washington, sin verificar si cumplía con los requisitos de preparación, idoneidad y experiencia indispensables para ejercer tales funciones y sin prever la probable reacción de los Estados Unidos.
La falta de respuesta debe interpretarse como una negativa a conceder el beneplácito de estilo. Que no se diga que el Ecuador es soberano para nombrar a sus embajadores. La soberanía no entra para nada en este asunto. El buen juicio sí.
Según el derecho y la práctica internacionales, para la designación de un Embajador Jefe de Misión, es indispensable el asentimiento del estado ante el cual va a ser acreditado, sin que este último tenga la obligación de expresar las razón de su negativa para otorgar dicho asentimiento.
En otros tiempos, por dignidad, la persona afectada por una falta de oportuna respuesta, pedía a la Cancillería que retirara su candidatura, dejándole así en libertad para seleccionar y presentar otro candidato. Si no lo hacía, la misma Cancillería tomaba esa decisión.
Hay que sugerir al presidente Moreno que escoja adecuadamente a quien puede ser un digno y eficaz representante del Ecuador en Washington y le confíe la delicada y urgente misión de fortalecer nuestras relaciones, para lo cual uno de sus primeros objetivos habría de ser la negociación de un tratado comercial que, sin someterse a ninguna “imposición imperialista”, proteja y defienda nuestros legítimos intereses.
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