No puede ser el mismo, con base en endeudarse y endeudarse sino de producir y producir. Hace falta un plan hasta el 2021 con un horizonte temporal al 2025, para recuperar el crecimiento con mayor productividad y disminuir el déficit fiscal para alcanzar equilibrio macroeconómico. A tal efecto es preciso un fuerte liderazgo, con sentido de lo importante, que cree empleo adecuado mediante un enfoque gradual y simultáneo tanto en lo fiscal como en lo productivo, porque si solo se baja el gasto público y no hay el correspondiente dinamismo productivo privado, el desempleo agudizará el estancamiento económico.
Este plan no puede ser drástico como el de Macri porque no tenemos el potencial de Argentina en materia de recurso humano y de inserción en el mundo. Nuestro plan tiene que ser realista y tendiente a revertir el rezago competitivo, sabiendo que aún no tenemos un potencial para crecer con bienes tecnológicos pero si la capacidad de mejorar la cadena de valor de algunos productos que ya exportamos, mediante una especialización sofisticada.
Un plan de austeridad inteligente debe ser anunciado para saber lo que se va a hacer, incluso para tolerar los efectos recesivos. Sin hacer caso a los cínicos que han tergiversado “lo políticamente correcto” podrá cerrar las empresas estatales que dan pérdida y prescindir de tantas instituciones creadas por Correa que no sirven para nada. O, por ejemplo, disponer mañana que no se compren más automotores oficiales hasta el año 2021 como hizo Rodrigo Borja cuando recibió el país con USD 320 millones de saldo rojo en la Reserva Monetaria.
La empresa privada debe ser más dinámica, invirtiendo principalmente en producciones exportables que dan empleos buenos, aprovechando las exenciones arancelarias de los Acuerdos Comerciales y aplicando una política nacional para bajar los costos de la producción transable y así contrarrestar la fortaleza del dólar. Incluso los importadores que han tenido alta rentabilidad con su trabajo deben pensar en emprendimientos de productos exportables para generar sus propios dólares.
Y ya se puede decidir inversiones en el sector turístico en dónde el Ecuador se ha preparado con entusiasmo, aunque falta más profesionalismo para que el turista venga a un país tranquilo, higiénico y amigable.
Pero no todo es rentabilidad, porque si así fuese vendrían los dólares golondrina al Ecuador en donde se paga el 7% a las grandes sumas, cuando en otros países no pasan del 2%. No vienen porque no hay confianza, y ésta se construye con un programa realista de sinceridad económica que resguarde la equidad social. Se podría, por ejemplo, elevar 5 centavos mensuales a la bombona de gas para que el pueblo consuma su propia electricidad. Y en lugar de tanta distorsión impositiva se debería restaurar el IVA del 14% que ya fue absorbido por la economía ecuatoriana.