Cuba elige hoy a 612 miembros de la Asamblea Nacional que tendrá como misión una tarea sui géneris, casi desconocida en materia de renovación de cuadros en casi 60 años de revolución: elegir al sucesor de Raúl Castro.
La elección se hace con las limitaciones de un sistema cuestionado por no parecerse a la democracia liberal de casi todos los demás países de la región, y con falta de libertad de expresión y formación de organizaciones de oposición, carentes de fuerza, representatividad y actividad libre desde la instauración de la revolución allá por 1959.
La historia de Cuba dio giros en aspectos económicos que alentaron síntomas de apertura pero la realidad es que han sido incipientes y el Estado sigue teniendo un gran poder en medio de ningún estímulo a una actividad privada atrofiada por las concepciones de un sistema de partido único y una economía central planificada.
Mucho se esperó luego de la visita del papa Juan Pablo II, la apertura llegó magra; mucha expectativa se generó alrededor de un momento nuevo tras la salida del poder del líder histórico Fidel Castro; igual cosa sucedió tras su muerte y con la apertura anunciada entre Cuba y EE. UU. por los presidentes Raúl castro y Barack Obama.
La llegada a la Casa Blanca de Donald Trump puso el avance en la congeladora y volvió a tensar viejas cuerdas.
Todo hace indicar que el Vicepresidente Miguel Díaz- Canel será el sucesor de Raúl Castro, algo programado como un proceso de cambio que más parece de continuidad.
La revolución tuvo una razón de ser histórica, el derrocamiento de la dictadura de Batista. Sus primeros años estuvieron alimentados de la esperanza del continente sobre cambios indispensables en pro del bienestar de la gente, la educación y la salud. La caída del Muro de Berlín y la Perestroika dejaron a Cuba huérfana de subsidios y con nuevos ‘amigos’ como Hugo Chávez.
¿Díaz Canel será otro más de los mismos? El tiempo lo dirá.