La percepción que se tiene del flamante presidente, Lenín Moreno, está cambiando. Si en un principio pensamos que el triunfo de Moreno apuntaba a la continuidad, en apenas unas pocas semanas de haber asumido el poder no solo que las diferencias se han acrecentado sino que ha ganado mayor aceptación sobre la base de la autonomía, el diálogo, la apertura y la concertación.
Las últimas discrepancias entre Moreno y el expresidente Correa dicen mucho de esto. Pero también el acercamiento y el llamado al diálogo con representantes de la oposición, indígenas, empresarios, banqueros, medios de comunicación, etc. Sectores a los que el correísmo se encargó de golpear, vejar, perseguir…
La remoción de ciertos directivos de los medios públicos y la designación de un prestigioso periodista, Fernando Larenas, como director del Diario El Telégrafo, también son una evidencia clara de que Moreno está tomando sus propias decisiones.
Es cierto, como dicen los obsecuentes seguidores del más puro correísmo, de que esto no es solamente un cambio de estilo. Es un giro que el actual presidente ha tenido que dar para ampliar las bases de apoyo y legitimidad. Algo fundamental para alcanzar condiciones favorables de gobernabilidad.
Aunque siempre han existido discrepancias al interior de Alianza País, el giro dado por Moreno está ocasionando un profundo remezón. Una fractura entre los que se han alineado en torno de Correa y de Moreno. Pero considero que esta división no podría endosarse a Moreno. Buena parte de los problemas que existen en Alianza País se deben la obstinación de Rafael Correa por seguir interviniendo en política y pretender que todo se haga a su modo.
Ya que si se trata de un desvío de los postulados iniciales y de un giro a la derecha, no entiendo claramente a qué se refieren los correístas: ¿A continuar con el irresponsable manejo de la economía? ¿Al aumento irresponsable del endeudamiento para pagar a una privilegiada burocracia? ¿A ahondar la quiebra del Instituto de Seguridad Social? ¿A profundizar el control de los poderes del Estado y, en consecuencia, de la corrupción y de la impunidad?
No obstante, más allá de estas diferencias, hay piezas que no calzan en el actual escenario político. El primero tiene que ver con el juicio político contra el actual vicepresidente, Jorge Glas. La desestimación de este juicio por la Asamblea Nacional, pese a los aciertos que ha tenido hasta el momento el presidente Moreno, revelaría que los cambios propuestos son meramente cosméticos. Superficiales.
Intrascendentes. Un segundo aspecto que no cuadra es la reubicación de cuestionados ex funcionarios del anterior gobierno en cargos de relevancia dentro y fuera del país.
Veamos si este giro que ha dado Moreno no es solamente de estilo. Pese a la apertura, el diálogo y el respeto, los cambios propuestos por el actual presidente deben ser sustanciales.