Debo participar en las elecciones de hoy. Las considero cruciales para una institución a la que tanto debo pues me permitió realizar un sueño: ser profesor universitario y durante 43 años. Mi voto no llegará a las urnas pero sí a las conciencias de profesores, estudiantes y empleados que lean este artículo de opinión. Una pretensión, digamos, de la que no está exento ningún escritor .
He insistido en esta columna (ver hemeroteca de EL COMERCIO) que la historia institucional en nuestro país estaba signada por el enfrentamiento entre la civilización y la barbarie, en todos los campos. Cuando debió ser lo contrario, si de verdad se luchaba por las causas populares, ha sido la educación pública, la financiada por el Estado, la que más ha sufrido el embate de los bárbaros. Como en otras desventuradas universidades, en la Central se llegó a “justificar actos violentos, abusos e ilegalidades en nombre de una idea o de un proyecto político”. La revolución en marcha, tan solo dentro de los predios universitarios. La extrema derecha, política y económica, servida en bandeja por los izquierdosos. Con el agravante de que la barbarie se emparejó con el cinismo: trincas que medraban con el cuento de la revolución. Los demagogos que en serie fueron gobernando nuestro país, bien servidos por expresidentes de la FEUE. Ilustres abanderados del socialismo, como Lobato y Moncada echados con denuestos y a empellones del Rectorado de la Universidad Central. Contadas con los dedos de la mano las investigaciones científicas sistemáticas que se realizaban. Tal era la situación cuando profesores y estudiantes se sacudieron de tales oprobios y fue elegido el Dr. Édgar Samaniego como rector de nuestra alma máter .
Catedrático de méritos indiscutibles el Dr. Samaniego. Admirable su decisión de abanderar el cambio que resultaba un imperativo; corriéndose riesgos tan reales como que ya de Rector fue ultrajado por los bárbaros y se le vio ensangrentado. Empeñarse a fondo en una reforma, tarea que implicaba desmantelar primero las estructuras de poder creadas por las trincas revolucionarias y actuar con honestidad y rectitud en la gestión universitaria. Que el temperamento del Dr. Samaniego le llevó a romper lanzas con algunos de sus colaboradores, posiblemente. Debo confesar que no me caen bien ni los paniaguados ni los acomodaticios. Que la Central descendió de la A a la B es lo que aconteció en Colombia con la Nacional para luego de reestructurada superarle a la Javeriana.
Pese a que estoy jubilado, no puedo ver los toros desde lejos, llevo en mis neuronas el sello de la Universidad Central. Me produce terror que el oponente al Dr. Samaniego llegue al rectorado con el apoyo de quienes hicieron de mi universidad un feudo sectario que de todo tenía menos de liberal y limpio.