Mientras en Ecuador recién se inicia el proceso electoral en forma oficial, con la convocatoria que hizo el martes último el Consejo Electoral, aunque en la práctica algunos candidatos, especialmente gobiernistas, ya se hallan en plena campaña desde antes, en Estados Unidos, tras el tercer y último debate entre los dos principales aspirantes al solio de la Casa Blanca, Hillary Clinton y Donald Trump, entró en la recta final la contienda que culminará el 8 de noviembre.
En el país más poderoso del mundo se elegirá, además de los dos primeros mandatarios, 435 miembros de la Cámara de Representantes y 33 senadores. En el caso del Presidente y Vicepresidente de la República la elección es compleja e indirecta, ya que primero se cumple la selección del candidato de cada partido y “el primer martes siguiente al primer lunes de noviembre” se designa a los “electores” que se congregan en enero del próximo año para cumplir la elección final, lo cual es simple ceremonia ya que cuando se conoce el resultado de los electores ya se sabe con certeza quien es el triunfador.
Desde 1852 todos los presidentes estadounidenses han pertenecido a los partidos mayoritarios Demócrata y Republicano, aunque también participan candidatos de otras tiendas políticas e independientes. Esta vez, además del demócrata y del republicano intervienen otros cinco aspirantes.
Las encuestas coinciden, aunque ya se ha comprobado que no son infalibles, que la esposa del expresidente Bill Clinton y ex Secretaria de Estado de Barack Obama tiene ventaja frente al magnate Trump, en unos casos con amplio margen y, en otros, con una diferencia que podría variar los resultados, dado el alto número de votantes indecisos, en especial por la decepcionante e inusual presentación de ambos en los debates, que han sido calificados de “degradantes” y ausentes de argumentos político.
El megalómano magnate republicano ha insistido en días recientes que las elecciones están siendo “amañadas” para favorecer a su contrincante y dejó en duda si aceptará el resultado de los comicios, lo que se interpreta como el pesimismo que tiene.
La aspirante demócrata publicó un voluminoso libro intitulado “Decisiones difíciles” poco tiempo después de concluir las funciones de Secretaria de Estado. En el prólogo manifiesta: “Tenemos que poner todas las fuerzas de Estados Unidos a trabajar en la construcción de un mundo con más socios y menos adversarios, más responsabilidad compartida y menos conflictos, más empleos y menos pobreza, más prosperidad generalizada y menos daño a nuestro medio ambiente…”
“Aunque hablar de la decadencia de Estados Unidos se ha convertido en un lugar común, mi fe en nuestro futuro nunca ha sido mayor. Aunque existen pocos problemas en el mundo de hoy que Estados Unidos pueda resolver por sí sólo, hay aún menos que puedan ser resueltos sin su participación.”