Elecciones en Estados Unidos

Es un hecho que las elecciones en Estados Unidos interesan a todo el mundo ya que, dada la magnitud de la potencia norteamericana, sus resultados serán un factor determinante de las políticas mundiales sobre paz y desarrollo.

Fundada en tal premisa, alguna entidad académica europea concluyó que debía reconocerse el legítimo interés de la comunidad internacional en las elecciones de Estados Unidos y postuló la creación de un sistema para que, de alguna manera, todos los estados puedan hacerse oír y participen en el mencionado proceso electoral.

Las premisas en que se fundamenta esta tesis son válidas, aunque los lineamientos y mecanismos para que pueda llevarse a la práctica plantean retos que, por el momento, parecen infranqueables.

Sin embargo, también es cierto que la opinión pública ha llegado a adquirir mucha importancia en la evolución de los temas de interés general, sobre los cuales la ONU viene trabajando, para definir metas y políticas globales. Por lo tanto, bien se puede concluir que, a falta de una participación directa en las elecciones de Estados Unidos, les queda a las sociedades nacionales el derecho de expresarse con claridad y franqueza al respecto.

La globalización ha puesto en evidencia que paz, seguridad y desarrollo son temas de interés general. Igualmente, que los estados no son entes autónomos en la medida en que lo propugnaban doctrinas clásicas de derecho ya superadas por la realidad. La soberanía se subordina cada vez más a la interdependencia, puesto que el aislamiento en que vivían los estados hasta hace menos de un siglo, ha desaparecido, subrayando el corolario moral que de todo ello se desprende: la solidaridad.

Estas consideraciones doctrinarias, aunque aún sean reputadas como ideales platónicos, tienen un contenido pragmático. Realidades tan evidentes como la angustia y condena mundiales por los atentados de París y Bruselas nos impulsan a despertar y tomar conciencia de la necesidad de luchar solidariamente contra el terrorismo.

Un quebrantamiento de la paz en cualquier lugar del planeta afecta a todos, de la misma manera que una quiebra financiera local altera las economías de todos. La subsistencia empecinada del hambre, así como el problema de los refugiados también nos tocan de cerca. Por idénticas razones, la visita de Obama a Castro, más allá de su simbolismo, tiene trascendencia mundial.

No es descabellado, entonces, pretender que nuestra voz llegue a influir en lo tocante a las elecciones estadounidenses, singularmente ahora cuando parece que terminarán enfrentándose una mujer inteligente y experimentada en política, de reciedumbre moral demostrada, y un millonario aventurero, desenfrenado en el hablar, huérfano de conocimientos y de las virtudes elementales de prudencia, templanza y buen juicio.

jayala@elcomercio.org

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