Llevamos unos cuantos años intentando convivir en democracia, pero es evidente que la cultura y los hábitos democráticos no son fáciles de asimilar. A pesar de ello, tenemos que seguir insistiendo en la necesidad de un voto acertado y responsable… No sé si es pedirle peras al olmo, pero tendríamos que votar con frialdad, libertad y realismo, dejando a un lado los sentimientos nacidos al calor de la arenga, la propaganda o la promesa.
No conviene sentirse cautivos de ningún iluminado, de ninguna ideología o grupo de poder. Ser libres es la condición necesaria para poder ser críticos. Y, si bien es verdad que hoy asistimos a un cierto crepúsculo de las ideologías, hay que decir que los grupos de poder (los viejos y los nuevos) gozan de buena salud.
Con frecuencia, a la gente se le pregunta: ¿qué les pediría usted a los políticos? Y recuerdo las cartas a los Reyes Magos que de niño yo escribía con la ilusión de que colmaran todos mis sueños. Quienes de verdad tienen que resolver los problemas de la sociedad son los ciudadanos, con su emprendimiento, su trabajo, su solidaridad…
A los políticos (antes y, sobre todo, después de las elecciones) lo que hay que pedirles es que ayuden, promuevan la justicia social y la equidad, el empleo y las oportunidades para que los ciudadanos puedan realizar sus sueños.
En estos momentos los objetivos parecen bastante claros: la inversión productiva, el desarrollo de nuevas tecnologías, la creación de empleo, la reducción del gasto público y de la deuda, la apertura a nuevos mercados y créditos, la calidad de los servicios públicos, etc.
Pero aterrizando los temas económicos en las necesidades del cada día: la mejora de la educación, de la salud, de las condiciones laborales… Y no sólo, porque no sólo de pan vive el hombre. Se necesita cuidar la sociedad democrática, la participación ciudadana, la independencia de la justicia, la fiscalización de la obra pública, la libertad de expresión, la defensa de la familia y de la vida, la seguridad, el cuidado de la naturaleza y el respeto a la interculturalidad de nuestros pueblos… Y, así, otras cuestiones posibles, importantes para cada votante.
Si tenemos claro lo que queremos, tendremos que ver quién lo asegura mejor o, al menos, quién se acerca más a ello. Ciertamente, no puede haber políticas a la medida de cada uno, ni existe el político o el partido perfecto. Hay que impulsar lo que es mejor para la mayoría, para el bien común, para la dignidad de la persona, sin olvidar los valores, las creencias, la fe que iluminan la conciencia de cada cual.
Con los políticos hay que ser exigentes y no fiarse de las palabras… Hay que saber de dónde vienen, qué experiencia tienen, qué han hecho, más allá de lo que han prometido. Y si la corrupción les ha salpicado… no los voten ni de broma. Depende de nosotros. Mandamos cuando votamos. Vale la pena hacerlo bien.
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