Las elecciones del domingo 7 de febrero son, como nunca antes, cruciales para el futuro de los ecuatorianos. No solo está en juego lo que pueda hacer el nuevo presidente para paliar la más aguda crisis sanitaria, económica y social que ha tenido el país en su historia sino porque está riesgo nuestra maltrecha y débil democracia.
En cuanto a salud, las cifras oficiales no reflejan la realidad. Ecuador, pese a todo lo que dice el Ministro de Salud, es el país de la región que menos pruebas de detección realiza. Muchas de ellas no cumplen con estándares internacionales. De ahí que los 246.687 casos confirmados y los 14.802 fallecidos son irreales. El Registro Civil reportó hace dos semanas 42.889 defunciones por encima del promedio de 2018 y 2019. En consecuencia, la situación es peor que la que nos cuentan. ¿Qué va a pasar con el plan de vacunación? ¿Cómo va a enfrentar la pandemia el próximo presidente?
En materia económica la situación del Ecuador también es crítica. Datos del Banco Central del Ecuador confirman una caída de aproximadamente del 11% del PIB en el 2020. Si hasta septiembre se había perdido cerca de 427 mil desempleados, esa cifra hoy en día es mucho mayor.
A más de tener una economía en depresión, el nivel de gasto del Estado es insostenible. La necesidad de financiamiento para el 2021 es de USD 8 069 millones. ¿De dónde va a sacar la plata el próximo presidente para cubrir la brecha fiscal y al mismo tiempo reactivar la economía? ¿Más endeudamiento?
Tras la crisis sanitaria y económica viene la crisis social. El incremento del número de personas que no tienen los medios necesarios para la subsistencia crece aceleradamente. De acuerdo al último informe del Foro Económico Mundial (The Global Risks Report 2021), éste factor, junto a la pandemia, van a pesar de manera importante en los próximos 2 años. Representan grandes riesgos para los estados.
No obstante, hay a la vista una amenaza mucho mayor. El socavamiento de los frágiles cimientos de la institucionalidad democrática. Más allá del número extenso de candidatos a la presidencia de la República, hay claramente dos opciones: autoritarismo o democracia.
De allí que sea importante acudir a las urnas y votar de manera crítica. Esto, en las actuales circunstancias, significa hacerlo de manera pragmática (pese a que ninguno nos termine de convencer) y optar por el que tiene más opciones de llegar a la segunda vuelta y representa una garantía de respeto a las libertades, derechos y democracia.
Al candidato títere que pretende hacerse de la Presidencia no le interesa los graves problemas del país. Sus prioridades son netamente políticas. Indultar al caudillo. Burlar a la justicia. Instaurar en el Ecuador un régimen autoritario parecido al de Venezuela, Nicaragua o Cuba. Acabar con la oposición, con la prensa libre y todos quiénes difieran de lo dispuesto por el cartel mafioso. Por ello, estas elecciones son cruciales.