El autoritarismo competitivo, dicen Levtisky y Way, es un tipo de régimen civil en el que existen instituciones democráticas formales y que, a su vez, son consideradas ampliamente como el principal medio para obtener el poder, pero en las que el abuso de ellas por parte de los titulares del Estado, los coloca en una ventaja significativa frente a sus oponentes. De esta forma, estos regímenes son competitivos porque los partidos de oposición utilizan las instituciones democráticas para disputar seriamente el poder, pero no son democráticos porque el campo de juego está sesgado a favor del oficialismo. “La competencia es, pues, real pero injusta.”
Así, en este tipo de regímenes, las elecciones se celebran con regularidad y los partidos de la oposición no tienen ningún impedimento legal para participar o para impugnarlas, pudiendo reclutar simpatizantes, lanzar candidatos y participar en campañas políticas. “En resumen – dicen Levtisky y Way – los procedimientos democráticos son suficientemente significativos para que los grupos de la oposición los tomen en serio como arenas a través de los cuales pueden competir por el poder”.
El problema es que estas elecciones son, generalmente, injustas. En algunos casos se ven afectadas por la manipulación del padrón electoral o incluso por la falsificación de los resultados. También hay casos en que los procesos de votación y conteo de votos están razonablemente limpios, pero el campo de juego desigual inclinado hacia el oficialismo hace que el proceso electoral general termine siendo desequilibrado. Esto es provocado por un acceso desigual al financiamiento y a los medios de comunicación, así como por el abuso de los recursos estatales.
En el caso del Ecuador, no solo tenemos un organismo electoral cuya independencia está cuestionada por la forma en que fueron nombrados sus miembros, a través de un sistema normativo que permite que el ejecutivo pueda controlar en última instancia quien obtiene el cargo, sino también por denuncias en cuanto a la conformación del padrón electoral y al uso y abuso que ha hecho el oficialismo de los medios públicos estatales y de la continua inauguración de obras en plena campaña electoral, sin que el Consejo Nacional Electoral, CNE, haya puesto un freno.
El Presidente del CNE finalmente ha declarado oficialmente que habrá una segunda vuelta entre Lenín Moreno y Guillermo Lasso, pero toda la tensión generada en los días previos nos muestra que la desconfianza en el organismo electoral es total y no hay ninguna garantía de que la cancha deje de estar inclinada hacia el oficialismo. En esa medida, si bien aún se requiere mucho trabajo para desmontar el régimen autoritario competitivo que se ha instaurado en el país, que el CNE y su presidente respeten firmemente el proceso electoral que se viene, será un paso en firme hacia esa meta.