A Lenín Moreno se le debe agradecer que, con guante blanco, haya puesto el dedo en la llaga de algunas mentiras del correísmo en el campo de la economía, la democracia y las libertades.
1. Que la mesa no estuvo servida. Después de un período en el cual los ingresos estatales rompieron toda marca, el expresidente nunca admitió que dejaba un país en crisis; por el contrario, aseguró que la economía se recuperaba. Curiosa paradoja la de quien alardeaba de sus dominios profesionales como economista: entre otras gracias, no puso límite al gasto público, desató las amarras para sobrepasar los niveles de la deuda, dejó de pagar al IESS lo que corresponde aportar al Estado por las pensiones jubilares, intentó borrar una deuda por más de dos millones y medio de dólares. “La condición económica del Ecuador es muy difícil, se podía haber sido más mesurado al dejar cuentas en mejores condiciones…”, reconoció Moreno.
2. Que ahora se respiran aires de libertad. La afirmación implícita es que antes no se los respiraba. Sin libertad, ¿de qué democracia podemos hablar? A nombre del “proyecto” de revolución ciudadana, se concentró el poder en el presidente, se hizo girar todo en torno a él, se decretaron condenas y declaraciones de inocencia. La omnipresencia de Correa causó hartazgo. Moreno se refirió a otro estilo de ejercer el poder; prescindió de la vanidosa exhibición de su retrato en las dependencias estatales y del costoso monólogo de las sabatinas. Los diálogos con la Conaie, la entrega de sedes a la organización indígena y los primeros indultos a favor de luchadores penalizados por la protesta social provocaron la furia del antecesor. Al referirse a las acusaciones contra el vicepresidente Glas, aseguró que evitaría pronunciarse para no interferir en las otras funciones del Estado. “De a poco toda la gente va a ir abandonado su comportamiento ovejuno”, auguró.
3. Que sigue empeñado en reconciliar al país. Aunque permanezca todavía intacto el aparato correísta y sea previsible que los más cercanos incondicionales del antecesor muestren reacciones tan agresivas como las del expresidente, es positivo que, desde el interior del movimiento del Gobierno, se reconozca lo contraproducente de haber agudizado la división en el país. Demasiados resentimientos se sembraron. La apertura al diálogo ha hecho ganar puntos a Moreno.
Es alentador el cambio en la cúpula de los medios gubernamentales. El objetivo debe ser que se conviertan en públicos; se deben vender los canales incautados y poner fin al monopolio de medios en manos del régimen.
Urge desmontar el mito con el que se satanizó a los medios privados y se los convirtió en los principales enemigos del Gobierno. De este torcido presupuesto salió la Ley Mordaza, que tanto daño ha hecho. “Para el odio no cuenten conmigo”, ha dicho el Presidente.