La cárcel debe ser el destino de todos los demagogos y populistas que han hecho mucho daño a sus pueblos en la región, con tanta corrupción, que festinaron los dineros públicos en nombre del socialismo del siglo XXI, que pasaron a mejor vida y por eso añoran con volver al poder, a costa del falso discurso en favor de los más pobres, a los que les obnubilaron.
La Argentina de los Kirchner, la pobre Venezuela de Maduro, la sufrida Nicaragua por la acción del ex jefe de la revolución y hoy represor y violador de DD.HH. y el Ecuador del prófugo en Bélgica, que dejó en soletas la economía y demolidas las instituciones.
La justicia brasileña ha dado lecciones a América Latina y al mundo al castigar en forma ejemplar los actos de corrupción al más alto nivel y con ello evitar que haya más impunidad y se liberen aquellos que detentaron el poder. Argentina y el Ecuador, al menos, debieran seguir ese ejemplo en donde la corrupción generalizada no puede ser sancionada a los que gobernaron estos países durante más de una década y cometieron iguales y peores actos, en nombre de postulados de izquierda, pero las fiscalías y la administración de justicia dilatan tantos hechos señalados por los organismos de control.
Se parte en todo lado, como debe hacerse, del principio de inocencia, el debido proceso y el derecho a la defensa. Sin embargo, la diferencia está que en Brasil han sido implacables con los actos de corrupción y el lavado de dinero señalado al ex presidente Lula da Silva, quien ya recibió y purga una condena de más de doce años y en los últimos días recibió una segunda sentencia por 12 años y 11 meses adicionales. La magistrada en su sentencia ha sido categórica: se le encontró culpabilidad porque recibiera ventajas indebidas en función de su cargo.
En Argentina, los juicios se han dilatado y enredado pese a las pruebas encontradas contra ex altos funcionarios (algunos presos) y familiares de los Kirchner, a quienes les encontraron hasta costales con millones de dólares, pero la estructura del control político impide aún hacer lo de Brasil. Al contrario, pese a tanto juicio y pruebas, la ex presidenta sigue con audacia, vigente y desafiante.
En el Ecuador los imputados del correísmo, a la cabeza el prófugo en Bélgica, solo atinan a declararse perseguidos políticos, sin presentar documentadamente pruebas de descargo frente a tantas acusaciones e indicios de responsabilidad penal por concusión, cohecho, peculado, testaferrismo, lavado de activos, delincuencia organizada. La Fiscalía se siente desbordada en medio de cientos de informes de la Contraloría y la impunidad se perpetúa, sin saber hasta cuándo. La Comisión Nacional Anticorrupción tiene detectados y bloqueados USD 30 millones en Suiza, pero no se puede recuperar por falta de sentencias. ¡Qué ironía!