Al finalizar este encierro, todos habremos cambiado en algo. El aislamiento, que nos obliga a mirar a los nuestros y a nosotros mismos de otra forma, la reacción social frente a la crisis en esta era de redes, la acción de los políticos y cómo sus decisiones en momentos difíciles les retratan y nos impactan. Ha quedado bastante claro que muchos, la mayoría parece, respondemos a un altruismo selectivo: nos dolemos por quienes consideramos cercanos, con los que nos identificamos y parece que nos importan menos los “otros”, pensamos poco en los impactos de nuestras acciones en los demás. A esto hay que sumar que muchas personas actúan desde las “teorías de la conspiración” o las mentiras que circulan en las redes sociales y prestan poca atención a la información científica disponible.
Es claro, no se puede decir a las personas qué creer o pensar, pero es fundamental trabajar en una suerte de “alfabetización” digital, ya sabemos mucho del impacto que tienen las “fábricas” de mentiras que han influido en momentos cruciales, como el caso del Brexit o las elecciones en EE.UU., pero tenemos nuestros propios generadores de falsedades y debemos saber cómo identificarlos y aislarlos. Es increíble como en esta época de tanta información podemos vivir tan desinformados.
Se volvió evidente el hecho de que nuestros políticos no ven mucho más allá de sus cálculos de probabilidad coyuntural de adhesiones o rechazo, jugando roles lamentables, desesperados por ganar, al tratar de mantener o no perder su capital político llegan a alegrarse por los daños sociales y parecen incapaces de alcanzar acuerdos mínimos para beneficio colectivo; esa falta de mínimos comunes nos lleva a situaciones de absoluta incertidumbre frente al futuro y las lógicas de representación. Es verdad, en la mitad de todo esto hay funcionarios que han sobresalido por su claridad y han asumido un liderazgo, la ministra Romo y el alcalde Yunda, son buenos ejemplos; en tanto la alcaldesa de Guayaquil o el alcalde de Loja han dado muestras de una falta de previsión y preparación para enfrentar estas situaciones. Cynthia Viteri, en particular, tardó en reaccionar y con el cierre del aeropuerto demostró una falta de visión y de comprensión increíble. Sus defensores dicen que estaba protegiendo a la ciudad, pero el sentido común pone en evidencia lo absurdo de su decisión, las muchas otras formas de lograr el mismo resultado -que dice- quería alcanzar.
Los eventos de octubre, como los de estos días, han dejado en claro la necesidad de contar con mejores políticos y un Estado que funcione, esto no quiere decir un Estado grande sino eficiente.
Numerosos aprendizajes en estos días, pero debemos mirar al futuro, esta crisis nos pasará una factura alta, debemos tratar de lograr acuerdos sociales básicos que nos permitan encauzar nuestros esfuerzos como sociedad. Pronto saldremos del aislamiento, que esta suerte de distopía no nos impida pensar en un mejor mañana.