Legó a la posteridad una frase, un castillo y un apodo: el Rey Sol. Me refiero, claro está, a Luis XIV, símbolo de la concentración absoluta de poderes, tanto así que se le atribuye haber dicho: ‘L’Etat, c’est moi’. O sea: ‘El Estado soy yo’, frase que se sigue aplicando hasta el día de hoy, como la sabe cualquier ecuatoriano.
Ahora bien, si tú eres el Sol, el Estado, el orden, el poder y la prosperidad de tu reino, al pasear por la Galería de los Espejos de Versalles es lógico que pienses que sin ti el mundo volverá al caos original. Sin embargo, no fue él, sino su sucesor, quien se llevó el crédito de ‘Después de mí, el diluvio’, otra frase que se volvió legendaria.
Solo una cosa le faltaba al Rey Sol, quien reinó 72 años en una Francia soberbia: llegar a ser, tres siglos después, protagonista del cuento más corto del mundo. Veamos. La historia de los microcuentos gana fama en América Latina con ‘El dinosaurio’ del guatemalteco Arturo Monterroso, que dice así: ‘Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí’. Esta pequeña joya publicada en 1959 tiene misterio, tiene acción, tiene dos protagonistas y una inmensa historia capturada en una línea. Los aplausos le han llovido por décadas: perfecto, inmejorable, insuperable. ¿Será?
Hummm, como algo me zumbaba en la cabeza, me puse a ojear ‘The United States in Literature’ (libro del quinto curso del colegio que guardo como hueso de santo) hasta que di con Paul Engle, quien conducía los célebres talleres de poesía de la Universidad de Iowa desde los años 40. Él es autor de un poema algo burlón y atávico que condensa varias características de la poesía moderna: se llama ‘Fleas’ (Pulgas) y todo lo que dice es: ‘Adam/had ’em’. (Adán/las tenía). Como siempre, en la traducción se pierde la música, el ritmo, el sabor coloquial del original, pero logra transmitir la idea que nos ocupa. Tres palabras, dos versos, ¿se puede ser más sintético?, ¿se puede llegar más hondo o abarcar más con menos palabras?
El desafío permanecía abierto hasta que asomó el español Juan Pedro Aparicio con su cuento ‘Luis XIV’, que contiene una sola palabra: ‘Yo’. Genial, ¿no? Se ha dicho que es una frase absolutista que centraliza lo universal en lo singular. Y también que es una palabra fulgurante que plasma el super-ego. En fin. Cabe pensar que a Luis XIV, cuya egolatría no conoció límites, le habría agradado el asunto. Yo y punto.
El último paso lo dio el mexicano Guillermo Samperio con su cuento ‘El fantasma’, que luego del título solo presenta la página en blanco como una puerta abierta a otra dimensión. Ingenioso aunque no muy original pues se había hablado antes de la página en blanco como un poema insuperable, donde está todo y está nada. Lo curioso es que no hay mucha diferencia entre los microcuentos y las frases célebres de los poderosos.
Tanta batahola y tanta prepotencia para terminar en lo mismo: en una página en blanco. En nada.