Egipto se desangra entre dos actores nocivos para el desarrollo de su democracia: los Hermanos Musulmanes y las Fuerzas Armadas. El gobierno de los Hermanos, liderado por Mohamed Morsi, pecó de autoritario y excluyente. Morsi se declaró presidente de “todos los egipcios,” pero buscó concentrar el poder, limitó la libertad de expresión y el derecho de las minorías, amenazó y persiguió a quienes lo criticaban y resultó incompetente en lo económico. Ahora, los Hermanos siguen fomentando la división de la sociedad: han llamado a manifestarse e incluso levantarse en contra del nuevo Gobierno de transición y han rechazado la declaración del Presidente interino para convocar a nuevas elecciones parlamentarias.
Se desangra entre dos actores nocivos para el desarrollo de su democracia: los Hermanos Musulmanes y las Fuerzas Armadas.
El Ejército, por su parte, ha violado una y otra vez las libertades individuales y el estado de derecho. En nombre de la “reconciliación nacional” suspendió la Constitución, clausuró canales de televisión y encarceló periodistas. La realidad es que ni los Hermanos Musulmanes ni el Ejército parecen capaces de reconocer que la democracia egipcia, como toda democracia, necesariamente tendrá que encontrar una manera de conciliar distintos puntos de vista. Hoy ninguna de las dos opciones está a la altura de lo que merece su ciudadanía.
En una columna del New York Times, el prestigioso filósofo del derecho norteamericano Bruce Ackerman sostuvo que solamente la adopción de un sistema de gobierno parlamentario garantizará la supervivencia de la democracia en Egipto. Según Ackerman, la naturaleza de suma cero de los sistemas presidenciales lleva a una concentración de poder en su figura. Debido a los altos niveles de conflictividad y división que caracterizan a la sociedad egipcia, sólo un sistema parlamentario garantizará que distintas partes negocien un gobierno de unidad. Un sistema así evitaría las crisis y amenazas de golpes de Estado, ya que la disolución y formación de otro Gobierno es posible a través de un acuerdo de las fuerzas parlamentarias.
El talón de Aquiles de toda propuesta de carácter institucional es que se olvida que una democracia se construye no sólo sobre instituciones sino también sobre una cultura. La democracia no es sólo un sistema de selección de políticos sino una actitud frente a la vida en sociedad que implica compromiso y respeto hacia el prójimo, la libre discusión de ideas y el diálogo. ¿Qué nos hace pensar que en este contexto de profunda división y polarización se podría llegar a un acuerdo sobre reglas del juego para iniciar una transición hacia un sistema parlamentario? Entre los Hermanos Musulmanes y el ejército se encuentra el actor más relevante para el futuro de la democracia en Egipto: la ciudadanía. Es el pueblo egipcio el que ha demostrado y sigue demostrando un enorme coraje.