El viernes 9, el Viceministro del Interior sacó toda su artillería y acusó a ‘determinados medios’ de mediatizar y politizar la muerte de un hincha de Barcelona, el domingo pasado en Guayaquil. Se refería al efecto producido por el abogado de ‘Lagartija’, el presunto autor del crimen, cuando exhibió videos e hizo un gran despliegue para dirigir la atención pública sobre la hipótesis de que la bala homicida habría salido de un arma policial.
En efecto, el modo en el cual el ex fiscal Vanegas presentó la evidencia es espectacular, como casi todo lo que rodea a este personaje. El Viceministro dice que los videos debían haber sido entregados a la Fiscalía, y deja entrever que hay algo raro en el hecho de que los testigos hayan cambiado sus versiones. Pero hay que decir que esta censurable espectacularidad está precedida de otra espectacularidad, a cargo de un Ministerio que a veces confunde el papel policial de inteligencia y disuasión con el de administración de justicia.
No es la primera vez que el Ministerio enfoca los actos delictivos con una dosis de mediatización y politización. Parece que lo más importante es mostrar resultados y defender la tesis política del Gobierno, una vez que éste se hizo responsable de combatir la inseguridad pública y asumió todas las prerrogativas para cambiar el sistema policial y judicial.
Las acciones de ese Ministerio normalmente vienen acompañadas de un despliegue mediático y de una confrontación con los medios. El lamentable suceso del domingo no fue la excepción; prontamente las autoridades presentaron un sospechoso y, a renglón seguido, se aprestaron a suscribir un decálogo contra la violencia en los estadios. Por eso quizás se explica la reacción inicial del Ministro cuando el caso dio un giro.
Ningún ser civilizado puede estar a favor de la violencia en el fútbol. A todos quienes amamos la vida no nos queda otra cosa que confiar en la reforma de la policía y de la justicia, pero es evidente que los cambios no llegarán en función del mercadeo y la confrontación, sino de procesos bien cimentados. Y, como lo recalcaba el Viceministro el viernes citando al Presidente de la República, del ejemplo que den las autoridades.
Uno apenas acierta a preguntarse si el funcionario se refería al mismo personaje que rompe diarios, que pidió a los policías amotinados que le disparen, que lincha mediáticamente a quienes no están de acuerdo con él, o que pese a estar consciente de su gran influencia dicta justicia por encima de la supuesta justicia reformada, como sucedió antes en otros casos y como sucedió este mismo viernes con los detenidos por el caso Duzac-Cofiec, a quienes declaró inocentes.
Más que por el efecto ‘Lagartija’, la acción gubernamental frente a la inseguridad parece estar signada por el efecto ‘espejo’, que atribuye a los otros los propios defectos. Es el camino más corto al fracaso.