Es muy fácil decir que Hugo Chávez ganó porque jugó en cancha inclinada y con árbitro sino vendido, al menos seriamente comprometido. Lo mismo pasaba en el México del PRI durante setenta años y volvió a pasar en la última elección de Peña Nieto. Es muy posible que en el Ecuador pase lo mismo el próximo febrero, por lo visto hasta ahora. Pero lo único que demostramos con esta teoría es lo patriarcal y condescendiente que todavía somos. Por qué no decir francamente lo que todos sabemos: que muchos países han llegado no solo a aceptar sino a abrazar democracias autoritarias (perdón por el oxímoron) porque nadie lee libros, revistas, porque no queremos empaparnos de conocimiento, ver distintas fuentes, puntos de vista, tratar de entender la política en su total dimensión, porque la mayoría de los ciudadanos prefiere el camino cómodo y corto de decir “es que nos ha dado carreteras” o, es el “único que nos ha visitado”, porque seguimos creyendo en que el autoritario de turno es el menos malo… No vemos a los presidentes como nuestros servidores públicos, que tienen el deber de hacer un buen trabajo y de rendirnos cuentas. Todo lo contrario. Creemos que son unos mesías bienaventurados que “nos dan algo” y, cualquier cosa que nos den, ya es una caridad. La democracia es un proceso largo, difícil, que necesita demasiado compromiso, trabajo, sacrificio. Necesita de ciudadanos comprometidos con negociar y ceder sobre asuntos que no son sus prioridades, con tal que las sean para la mayoría de ciudadanos y el bien común. Aquí la tragedia tiene su origen no en los caudillos que siempre están al acecho para ascender al poder y luego consolidarse, si no en la gente que busca mesías en lugar de presidentes, dádivas en lugar de derechos, ofertas en lugar de trabajo. Si fuese lo contrario, nuevas opciones, por lo menos las más democráticas barrerían en las urnas, no ganarían o perderían por márgenes incipientes. Sólo una ganancia abrumadora puede en verdad dejar fuera a los soldados electorales de los caudillos de turno.
Pero ninguna sociedad está a salvo de resbalar y caer. Ahora mismo en Estados Unidos, una gran mayoría de ciudadanos podría elegir a Mitt Romney, simple y llanamente porque no se informan, pues el 67% de ellos cree todavía que Barak Obama no ha nacido en los Estados Unidos, les ha subido los impuestos y es responsable de la Gran Recesión, aunque todo esto sea mentira. Prefieren creerle al pastor más cercano, al caudillo distrital o a Fox News. Y era el país más avanzado del mundo.
Cuando la política se convierte en religión, todos somos sus mendigos. La única salida es el conocimiento, pero en América Latina, la mayoría de los ciudadanos (y no nos engañemos con idealismos) ha tomado la puerta fácil de quemar los periódicos y aceptar la televisión como hipnosis. El resultado, está a la vista.