1860: Gabriel García Moreno inicia su larga etapa de gobierno. Define a la educación como uno de los ejes centrales de su proyecto político. Frente a la arraigada carencia de recursos humanos nacionales, apuesta por la importación masiva de maestros -sobre todo religiosos- a quienes encarga la educación primaria y secundaria.
Acorde con su idea de que la jurisprudencia, la medicina y la teología eran profesiones poco útiles a la República, opta por una línea técnica que supuestamente sacaría al Ecuador del atraso. Era, mutatis mutandi, una visión tecnocrática decimonónica muy similar a la que hoy impera en el país. Los números antes que las letras, las ingenierías antes que las humanidades.
En 1869 García Moreno crea la Escuela Politécnica, destinada a la formación de profesionales en ciencias exactas, tecnología, arquitectura, ingeniería civil, mecánica y minería. Imbuido por el positivismo reinante en esos tiempos, centra sus expectativas en la educación técnica. Trae ingenieros, geólogos, geógrafos y otros profesionales europeos, para que desarrollen una educación superior acorde con las tendencias mundiales de la época. Se trató, a no dudarlo, de una modernización del colonialismo, por el cual el santo del patíbulo manifestó siempre una inocultable fascinación.
2013: según una reciente nota aparecida en diario El País, el Gobierno Nacional, a través de la Subsecretaría de Desarrollo Profesional Educativo, acaba de difundir en España una oferta de trabajo para cualquier profesional español con doctorado, máster o licenciatura en docencia que quiera ocupar en el Ecuador un cargo de profesor de educación inicial, secundaria o superior.
La urgencia, según la funcionaria, apunta a llenar -por ahora- las 500 plazas requeridas para la nueva universidad estatal ubicada en Azogues. Los salarios ofrecidos no son nada despreciables (menos aún para un europeo en crisis): entre dos mil y cinco mil dólares mensuales, más bono de vivienda, comida en el centro de trabajo y transporte a la universidad. Los tipos de contrato responden a la más tradicional flexibilidad neoliberal: semanales, mensuales, ocasionales. Es decir, acordes con las tendencias mundiales de nuestra época.
Ante este panorama surgen algunas preguntas elementales. ¿Qué sucedió con el país en siglo y medio de políticas públicas en educación? ¿Es real que el Ecuador no cuenta con los recursos humanos suficientes para asumir una tarea tan básica como la educación pública en sus distintos niveles? ¿O es que nuestros maestros y profesores universitarios no empatan con la visión y las aspiraciones del Gobierno? ¿Es inevitable importar docentes alineados con las más actualizadas lógicas de la globalización? ¿Estamos irremediablemente condenados al colonialismo académico?