La buena educación es clave para el desarrollo de la democracia. Un pueblo más educado es menos vulnerable a la manipulación, al clientelismo y al populismo. La democracia florece en medio de relaciones de un Estado fuerte y eficiente que interactúa y dialoga con una sociedad organizada, crítica y propositiva. Este equilibrio de poderes entre Estado y sociedad garantiza contactos saludables y pacíficos. El desbalance de fuerzas entre estos sujetos deteriora su comunicación y convivencia. El uno domina al otro. El conflicto aparece en beneficio del más fuerte.
En nuestro país, históricamente el Estado conducido por las élites económicas y sociales ha sometido y modelado a la sociedad. La ha dibujado a su imagen y semejanza a través de líderes carismáticos o de las FF.AA. que más de una vez controló el poder. Por fortuna, esto no siempre fue así. La resistencia y rebeldía de sectores de la sociedad que lucharon por mejores relaciones y condiciones de vida restablecieron un frágil equilibrio, siempre temporal, aunque valioso. En el siglo XX, los de ‘abajo’ encabezados ora por el movimiento artesanal, por el obrero, el estudiantil, el indígena, y en los últimos 20 años con el apoyo de ecologistas, mujeres, defensores de los DD.HH. y de la niñez, replantearon las relaciones de poder.
Desde el 2007 ha retornado la tendencia hacia la concentración del poder por parte del Estado, particularmente del Ejecutivo, lo que repercute en un nuevo momento de debilitamiento de la sociedad civil. Sin embargo, el fenómeno es más complejo ya que al lado de la debilidad y fractura, se crean focos sociales que intentan superar el miedo y la desmovilización y se disponen a retomar el camino de la organización, la construcción de agendas políticas y la búsqueda de formas de contestación, de protesta y de propuesta.
En semanas pasadas, en Quito, el movimiento ciudadano por la educación, en un marco de reencuentro y de integración de nuevos miembros, rindió cuentas y trazó la ruta estratégica de incidencia para el 2011 reafirmando la necesidad de defender la independencia de su accionar y de redoblar esfuerzos por continuar la lucha por la realización plena del derecho humano a la educación. En estos días, en París, los movimientos ciudadanos de América Latina y del planeta reunidos en la IV Asamblea General de la Campaña Mundial por la Educación también proclamaron “el fortalecimiento de la democracia y de la participación ciudadana en la realización del derecho a la educación”.
De esta manera, la educación formal, la que se imparte en la escuela, junto a la educación política que se genera en la lucha por una mejor educación, ayudan a crear ciudadanía, base del fortalecimiento de la sociedad civil, la restitución de equilibrio Estado – Sociedad y el fomento de la democracia.