Hace 4 años se anunció con gran despliegue una iniciativa tan audaz como imaginativa: dejar 846 millones de barriles bajo tierra, conseguir a cambio USD 3 600 millones y aportar así a atenuar el calentamiento global.
Diplomáticos, ambientalistas y políticos de tinte ‘verde’ se lanzaron a la tarea por todo el mundo. 4 años después apenas si ha levantado fondos. Muchos entusiasmos, ofertas pero un proyecto tan utópico como imposible de concretar parece que terminará por cerrar la fase voluntarista en un plazo fatal de 3 meses.
Con apenas USD 1 600 000 en un fideicomiso, con ofertas de Colombia, Bélgica, Italia, Francia y Perú, no parece posible superar los USD 100 millones que el Gobierno se puso como meta hasta diciembre.
Otros países que han mostrado interés: Rusia, Turquía y Japón no se han pronunciado y China, por su exigente demanda, parece estar más interesada en participar en la explotación petrolera más que en dejar el crudo bajo tierra.
Entre el 23 y el 25 de septiembre, el Presidente ecuatoriano podría hacer el último esfuerzo para conquistar USD 40 millones de la comunidad internacional en la cita sobre el calentamiento global con la participación de Ban Ki Moon. Se anunció que estaría en la Asamblea de Naciones Unidas, el más alto foro de la humanidad, pero de viva voz el Presidente ha dicho que es ineficiente, inútil, allí nadie escucha y que no vale pasar el tiempo.
La utopía verde del ala ambientalista del Gobierno parece que sucumbe ante el tendido de tubos en zonas cercanas a la reserva ambiental para la que “no tenemos que pedir permiso a nadie”. El lucrativo Plan B estaría más cerca. Una vez más los pragmáticos del Gobierno ganan la partida.