La pandemia no se detiene en el país. En buena parte de los cantones las restricciones se mantienen o se endurecen.
La educación ha sido uno de los sectores afectados y seguirá siéndolo. Mientras en la Costa las clases virtuales se siguen desarrollando con las obvias limitaciones del sistema y la falta de conectividad suficiente y adecuada de los alumnos y profesores, la Sierra y el Oriente se alistan.
La vuelta a clases para los dos últimos regímenes será en septiembre, pero esto no supone un regreso en condiciones normales. Los edificios podrían permanecer sin educandos ni maestros hasta que amainen las amenazas de contagio.
Por ahora el Ministerio de Educación presenta la opción de que los planteles acojan tres modalidades de enseñanza, más allá de la pandemia, para el ciclo 2020-2021: virtual, en línea o escuela en casa.
El tratamiento, según la cartera del ramo, deberá ser diferenciado para cada una de las escuelas y colegios. El problema que surge es formular un Reglamento -que como toda disposición legal debe ser general- adaptando la casuística particular.
Los costos de la educación particular en estas condiciones deberán ser tratados con oportunidad y equilibrio por parte de las autoridades educativas, pues es un punto crucial tanto para los padres de familia como para los centros educativos.
Otro de los aspectos que preocupa es la brecha tecnológica que muestran los ecuatorianos. Un grupo mayoritario con poca conectividad, unos costos de la telefonía móvil altos e inaccesibles para los estudiantes y sus familias, y muchos de ellos simplemente sin Internet.
El Ministerio hace esfuerzos utilizando medios tradicionales en la educación pública, pero en conjunto hay barreras de entrada para que el sistema de enseñanza-aprendizaje se desarrolle de la mejor manera.
La vía telemática tampoco es la panacea, pues afecta la concentración de los alumnos y compromete el tiempo de los adultos.
Criterios asertivos para no afectar la calidad, el costo y la cobertura, es el reto para todos los actores.