El Presidente volvió a Ecuador. Un largo periplo y una comitiva numerosa marcaron un viaje en el que Rafael Correa prometió seguridad jurídica y mostró apertura a la inversión. Japón es una de las grandes potencias mundiales. El comercio con el Ecuador es magro y su inversión, incipiente.
Por eso, una nueva puesta en escena de las relaciones bilaterales es fundamental. Se compromete el voto ecuatoriano para Japón en el Consejo de Seguridad de la ONU –tras un anterior tropiezo– lo cual puede restablecer la confianza y proyectar temas importantes. También constan: el apoyo japonés para una planta geotérmica, el estudio de un tren eléctrico que una a Quito y Guayaquil y la propuesta ecuatoriana de mantener intocada la zona Yasuní-ITT. En ese sentido, hay una repuesta positiva del Gobierno de Japón tendente a fortalecer los principios del Protocolo de Kioto sobre la protección atmosférica y su lucha por salvar al planeta del cambio climático. Esto puede orientar buenos entendimientos.
El Primer Ministro japonés pidió una mejora al ambiente para la inversión. Con Corea, una nación que ha hecho un esfuerzo supremo por crecer económicamente con base en la educación y una gigante inversión privada, la visita permitió profundizar las relaciones en temas energéticos. Corea muestra interés por la refinería del Pacífico y apoya proyectos de energía eólica. La visita traza un nuevo rumbo que requiere continuidad y definiciones claras en materia del modelo económico y reorientación de las confusas señas geopolíticas. La apuesta estatista no da resultados. La apertura al comercio y a la inversión pueden, en cambio, generar desarrollo y crecimiento económico, con lo cual se logrará un impacto social positivo, además de la posibilidad concreta de generar empleo.