Poco tiempo antes de morir, Hugo Chávez recomendó el nombre del sucesor. El ex-Canciller y ex-Vicepresidente Ejecutivo, hoy en funciones presidenciales, Nicolás Maduro, fue el elegido por el coronel, quien ya padecía la etapa terminal de cáncer. Con una mayoría de los ciudadanos todavía conmocionados por el deceso de su líder, la campaña presidencial es corta y sui géneris: pocos días de contienda, un puñado de candidatos de tiendas menores y un designado por el frente opositor como estrategia inexorable.
Henrique Capriles debe enfrentar al elegido por Chávez. Capriles insiste en que Maduro no es Chávez, pero Maduro reivindica los logros de su proyecto autotitulado socialismo del siglo XXI.
Un pueblo sensible afronta condiciones emocionales especiales. Los analistas dicen que los pueblos dan el pésame con votos. La historia latinoamericana es nutrida en esa línea. Capriles enfrenta el vendaval de la propaganda chavista pro-Maduro. El populismo llega a extremos como haber inventado una figura de Hugo Chávez arribando al paraíso, donde le esperan el Che, Sandino, Allende o Simón Bolívar. Maduro dice además que un pajarito le cantó al oído como una supuesta voz del más allá.
El oficialismo usa el aparato público y una alianza con los militares, que deberían ser distantes de la política partidista. Las Fuerzas Armadas se deben al Estado y a la ciudadanía, no a una facción, por numerosa que fuere.