Durante tres semanas Venezuela ha sido noticia. Las protestas estudiantiles y los disturbios callejeros han recibido como respuesta una fuerte represión que se ve en las pantallas de televisión mundial. Son las imágenes crueles de las que el Gobierno priva a la opinión pública interna al cerrar señales internacionales.
La Guardia Nacional Bolivariana es el brazo armado del Régimen político-militar. Además, civiles armados actúan como grupos paramilitares vinculados al Gobierno. Ya hay más de una veintena de muertos. Las tensiones económicas y sociales de años estallaron con la falta de alimentos y de otros productos.
El Gobierno se defiende acusando de la desestabilización a Estados Unidos.
Los derechos humanos son un bien superior universal, que los pueblos y gobiernos están obligados a observar y a hacer respetar en tiempos de la globalización de la economía, la política y los avances sociales y la convivencia humana.
Por eso no se entiende la indiferencia de ciertos gobiernos frente a la represión brutal del gobierno de Nicolás Maduro. Por eso luce tibia y acaso impotente la exhortación de la OEA al diálogo sin una acción inmediata para preservar la vida de las personas; por eso es un eufemismo hablar de soberanía cuando un Régimen reprime al pueblo.
La Unasur tocará el tema en Santiago, cuando varios presidentes se reúnan para la asunción de Michelle Bachelet. Debe pronunciarse no con espíritu de cuerpo gubernamental sino en favor de la vida del pueblo venezolano.